En Internet está todo, hasta los secretos militares. Sólo hay que saber buscarlos. Yo no sé hacerlo pero otros sí. Ahora bien, que esté todo no significa que todo lo que hay sea cierto y justo. Esto es, exactamente lo mismo que ocurre en el mundo real pero con el agravante del anonimato del mundo virtual.

Por eso en Internet está Carmen Segarra (abajo en la imagen), una ex ejecutiva de Goldman Sachs, uno de los bancos más sinvergüenzas del capitalismo financiero actual, quien acusa a su antigua casa de un montón de cosas -seguro que el 99% de ellas son ciertas- y al Santander de haber colocado parte de sus balances en Goldman -a cambio de plusvalías y/o comisión, naturalmente- para que el banco de la familia Botín pudiera salir bien parecido en todos los controles (test de estrés incluidos), sólo que a alto precio.

Y todo ello de patente actualidad por cuanto el Santander acaba de hacer una ampliación macro de 7.500 millones de euros. Oiga, nadie hace esa ampliación si no es necesario. Y encima ampliación restringida, injusto para los minoritarios y que convierte a Ana Botín (arriba en la imagen) en una presidenta tutelada por los fondos.

Volvamos a Carmen Segarra. Hispanidad le preguntó, durante la rueda de prensa de presentación de resultados, por este pormenor a Ana Botín: lo negó fehacientemente. Asegura que Segarra miente. Y yo me alegro. Porque puede que la operación sea legal pero me parecería, de entrada, inmoral. Por tanto, si no fue así estupendo. Además, no estoy dispuesto a asegurar que el bueno era el fallecido Emilio Botín y la mala su hija novata. No es cierto, si Ana Patricia Botín se ha visto obligada a la megaampliación es porque su padre no debía haberlo dejado todo atado y bien atado. Insisto: no se amplía por gusto, que es muy caro y peligroso. Y si lo de Carmen Segarra no es cierto, me alegro, pero es una acusación muy creíble… por esa ampliación.

¿Por qué es creíble? Por la actual arquitectura financiera mundial, la más idiota que vieron los siglos. Y este es el momento de hablar de recursos propios. Todo lo anterior, lo ocurrido a Emilio y a Ana Botín, y a todos y a cada uno de los banqueos españoles es por la memez del Nuevo Orden Mundial y de su apéndice, el sistema financiero internacional, de adorar a lo grande y prohibir lo pequeño. Toda la crisis financista tuvo su causa en el océano de  liquidez que pulula por el momento y se ha solucionado con más liquidez.

La crisis bancaria adjunta se solucionó fusionando entidades: menos bancos y más sistémicos, e inyectando capital -ahora no entro en si se trató de capital público o privado-. Una forma estúpida de rellenar un agujero abriendo otro boquete: fusiona dos bancos y tendrás tres problemas.

Es decir, hemos consagrado como principio básico del sistema financiero internacional que un buen banco es el que tiene mucho capital, cuando un buen banco es el que tiene poca morosidad.

Encima, al exigir constantemente más capital, lo que se está haciendo es mantener a los bancos con la lengua fuera y a punto de pedir, una vez más, árnica en forma de dinero… generalmente público. O eso, o hacer trampas contables, que es de lo que acusa Carmen Segarra a Ana Botín a través de los tramposos profesionales -eso sí, globales-de Goldman Sachs.

Y así nos encontramos con un banco bien gestionado, el Santander, siempre pendiente, no de prestar un buen servicio a la gente sino de cumplir con un coeficiente de recursos propios que no previene crisis alguna y que conduce a estar, siempre, al borde del abismo de la crisis.

Alguien debería terminar con el círculo vicioso de la elefantiasis. Ana Botín no es culpable, sólo es una marioneta más de un sistema injusto y estúpido.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com