El caso de la locutora-humorista Ana Morgade resulta muy significativo. La historia ya la conocen y si no la conocen está contada en dos tuits: se queda embarazada, publica un autorretrato donde se refiere a 'dos personas'. Es decir, el niño y ella. No he visto mejor alegato en defensa de la vida del ser humano más inocente y más indefenso: el concebido y todavía no nacido.

Con alguna grosería de por medio, que no venía a cuento, a Morgade, los suyos, los progres, le exigen el juramento de fidelidad a la causa abortista, no vaya a ser que alguien piense que la vida humana se inicia en la concepción y termina con la muerte natural. Entonces doña Ana rectifica rápido y asegura que eso no quita que ella esté a favor del aborto para todas y todos.

Pero, ¿no eran dos?

Y esto es bello e instructivo porque destaca una de la características más sonadas de la progresía actual: ya no rompemos con los principios sino también con los conceptos. Es la apoteosis de la incoherencia. Somos dos pero defiendo con denuedo el derecho a que la una mate al otro: ¡Peeeeerrrrr!, ¡peeeeerrrrr!