- Según Santa Faustina, la clave está en la infancia espiritual y la clave de ese abandono en Dios está en el amor a María.
- Wojtyla dio pistas sobre su amor a Santa María cuando eligió como escudo el "Totus tuus". Su itinerario papal está muy ligado a la Virgen: un 13 de mayo de 1981 Ali Agca le situó al borde de la muerte.
- Juan Pablo II llevó a cabo la Consagración del Mundo al corazón de María, lo que ejecutó el 25 de marzo de 1984, en la Plaza de San Pedro.
- Siempre tuvo una especial confianza en el futuro de España, a la que calificaba como Tierra de María
- Su sabiduría surgía de su convicción de ser hijo de Dios, filiación que venía precedida por la otra: por ser Hijo de María,"Totus tuus". Ése era su secreto.
Punto 1388 del Diario de Santa Faustina. "En pocas almas esta filiación de Dios se evidencia tan claramente y es porque tiene una devoción especialísima a la Madre de Dios". Se refiere Santa Faustina al jesuita José Andrasz, uno de los dos sacerdotes que a lo largo de su vida supieron ver en aquella religiosa algo más que una loca, una farsante, una ignorante o una histérica. Y la razón la expresa Santa Faustina: la clave está en la infancia espiritual y la clave de ese abandono en Dios está en el amor a María. Karol Wojtyla ya dio pistas sobre su amor a Santa María cuando eligió como escudo el "Totus tuus". Por otra parte, su itinerario papal se encuentra muy ligado a la Virgen: un 13 de mayo de 1981 Ali Agca le sitúa al borde de la muerte y ya tendrá como compañero al sufrimiento durante lo que le reste de vida, es decir, 24 años. El terrorista turco y Juan Pablo II sólo coincidían en algo: en atribuir a Nuestra Señora de Fátima un papel esencial alrededor del atentado: en primer lugar para evitar que el Papa muriera; en segundo lugar, para conformar a través de ello, la realización del Tercer Secreto de Fátima. Por cierto, si quieren ustedes aclararse con el famoso Tercer Secreto, no dejen de leer el espléndido informe de Iesvs.org, que les aclarará todas las dudas sobre tantas interpretaciones, digamos curiosas. Por último, también sirvió para que fuera Juan Pablo II quien llevara a cabo la Consagración del Mundo -sí del mundo, no sólo de Rusia- al corazón de María, lo que ejecutó el 25 de marzo de 1984, en la Plaza de San Pedro. Apenas cinco años después, caía el muro de Berlín. Juan Pablo II siempre tuvo una especial confianza en el futuro de España, a la que calificaba como Tierra de María. Es como si estuviera convencido -y es sólo una impresión estrictamente personal-, de que a pesar de la decadencia moral de nuestro país, nada grave puede ocurrirnos porque España está impregnada de devoción mariana que, al final es filiación divina. Podemos ser unos pinchauvas pero poseemos el salvoconducto de la Emperatriz del universo, que se ha empeñado en protegernos de un mundo especialmente proclive a la tragedia. No es que Juan Pablo II dedicara mucha línea a Santa María, pero su amor a la Madre era el combustible con el que movía su amor al Hijo. Por eso, el polaco, que fue beatificado el 1 de mayo de 2011 y canonizado el 27 de abril de 2014, fue un Papa tan especial, tan distinto: su sabiduría surgía de su convicción de ser hijo de Dios, filiación que venía precedida por la otra: por ser Hijo de María, "Totus tuus". Ése era su secreto.