El Congreso argentino ha aprobado el aborto legal. Ahora sólo el Senado puede pararlo, aunque el peronista Alberto Fernández, así como la veleidosa Cristina Fernández, quien al parecer ha cambiado de opinión, se muestran dispuestos a sacarlo adelante como sea.
Aclarémonos: el aborto ya era legal en Argentina. Se podía abortar por violación, por malformación del feto o por peligro para la vida de la madre. Y no olvidemos que el peligro psíquico supone el gran coladero para conseguir, de hecho, el aborto libre. Lo que se pretende instaurar ahora es el aborto libre y potencialmente obligatorio. Por una parte, se podrá abortar sin ningún motivo, ni cierto ni ficticio hasta las 14 semanas. Es decir, cuando el niño ya tiene todos sus órganos vitales. Por otra parte, los argentinos imitan la venenosa ley Obama, según la cual todo centro sanitario argentino público o privado estará obligado a practicar abortos. Y lo que es más canalla: el médico que se niegue a matar al niño deberá facilitar que otro lo haga. Es decir, una objeción de conciencia reducida a mínimos. Menos mal que el justicialismo siempre ha llevado por bandera la proteccion de los más débiles.
El texto es tan venenoso como el de Obama: no se podrá ejercer la medicina sin perpetrar abortos.
Aún más, lo más peligroso de la aprobación del aborto en Argentina es que este país era el emblema providade todo Iberoamérica hasta hace poco más de una década. Esperamos que se pueda parar la aberración en el Senado.