- Y ser cristiano no supone ser idiota.
- En el islam no se exige dolor de los pecados, sólo propósito de la enmienda y por miedo al castigo.
- Hasta se puede hacer la guerra sin odio.
- No se trata de negar la realidad
- No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón… y no hay perdón sin arrepentimiento.
- La idea de San Juan Pablo II viene como anillo al dedo para el yihadismo actual.
Leo en la prensa barcelonesa sobre el "entrañable momento" en que el
padre catalán de uno de los niños asesinados por los terroristas de Ripoll se consuela con un
imán islámico.
Ni una palabra de reproche para este padre. Bastante dolor sufre con la pérdida. Ahora bien, con todo respeto, no percibo nada entrañable en la imagen.
Insisto:
los asesinos han matado en nombre de Alá, ergo el
islam ha sido el inductor del asesinato de ese pobre chaval.
A partir de ahí, se nos pide que olvidemos y no caigamos en el
racismo. No se nos pide que perdonemos, porque ese es un concepto cristiano y quienes nos exigen el olvido son los mismo cobardes que, muertos de
miedo,
se han acercado a la brutalidad islámica tras abjurar del
cristianismo, del que el mahometanismo tan sólo es una triste caricatura externa.
Es justo el momento de aclararnos con esto del
perdón cristiano que, en efecto, es una exigencia ineludible de Cristo.
Los
progres malvados aseguran que el único remedio contra el rencor es la amnesia. El cristianismo lo niega: hay que perdonar siendo muy consciente de que
perdonar no es olvidar, ni tampoco consiste en ignorar o cambiar los hechos. Y así, claro que el cristianismo resulta exigente, pero no exige ser idiota.
Ser idiota es, por ejemplo, asegurar que lo ocurrido en Barcelona el 17 de agosto nada tiene que ver con el islam. Los mahometanos deben 'jartarse' de reír al verla
imbecilidad española. Nos dicen que
Mahoma predicó una religión de paz y ellos no se lo creen pero nosotros sí. O hacemos, por miedo, como que nos lo creemos:
síndrome de Estocolmo. Y así hasta el próximo atentado.
Claro que hay que perdonar, claro que no hay que vengarse, e incluso al cristiano, que no al musulmán, se le exige más:
convertir al musulmán al amor de
Cristo para que deje de asesinar.
Y sí, hay que enfrentarse a los asesinos, enfrentarse al más fuerte para salvar al débil.
¿Y castigar al asesino? También. El
castigo forma parte de la justicia y la penitencia es condición indispensable, aunque no tan importante como el arrepentimiento del pecador. Y por cierto, en el islam no se exige dolor de los pecados, sólo
propósito de la enmienda y por miedo al castigo.
La reacción de las comunidades musulmanas españolas no refleja arrepentimiento alguno, sino un intento de justificar lo injustificable para seguir disfrutando de las prebendas de Occidente.
Y la culpa la tiene Donald Trump.
Y entonces, ¿España está en
guerra con el islam? Por supuesto, y la civilización cristiana-occidental está en guerra con el islam. Lo mejor es que sea una guerra a lo cristiano, no a lo musulmán: es decir, intentar convertirles a Cristo, antes de vernos obligados a enfrentarnos a ellos en defensa propia. Pero sí nos atacan, tendremos que defendernos. Y nos están atacando.
Y por cierto, también puede hacerse una guerra sin odio. Recuerden aquel grito de los requetés navarros en 1936 a sus combatientes:
-Disparad, pero sin odio.
Por cierto, todo esto se resume en la frase de
San Juan Pablo II, que nos viene como anillo al dedo para entender el yihadismo actual: no hay
paz sin
justicia, no hay justicia sin perdón… y no hay perdón sin arrepentimiento.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com