- Cameron es como un aprendiz de brujo. Quiso repetir el éxito de Escocia y ha inundado la sala.
- Ahora se ve obligado a echar mano de dos mentirosos compulsivos, Barack Obama y Christine Lagarde, para que le libren del siniestro.
- Pero no nos equivoquemos. A lo mejor el Brexit es bueno.
- Iniciaría una cuña en un proceso de globalización inadecuado, en el que se globaliza todo menos la justicia.
El Brexit le costaría
al Reino Unido un 9,5% del PIB, asegura Christine Lagarde, la señora del FMI. Y no sólo eso:
si Reino Unido abandona la Unión Europea la salchicha británica sabrá a dulce de algodón y la cerveza inglesa se aguará, por no hablar de que el
Manchester United bajará a segunda división.
Lo cierto es que quien nos ha metido en esta historia es
David Cameron. Pensaba el tontito líder británico que podía jugar una vez más a la broma del referéndum escocés. En resumen,
Cameron es como un aprendiz de brujo. Quiso repetir el éxito de Escocia y ha inundado la sala.
Y ahora se ve obligado a echar mano de dos mentirosos compulsivos,
Barack Obama y Christine Lagarde, para que le libren del siniestro.
Repitamos:
un referéndum de autodeterminación es absurdo porque no habla del Estado de Derecho sino del tamaño del Estado. El Brexit también.
Además, la autodeterminación se juega en el estadio de las identidades, no en las ideas. Un camino peligroso.
Con todo, no nos equivoquemos. A lo mejor, el Brexit es bueno.
Iniciaría una cuña en un proceso de globalización inadecuado, en el que se globaliza todo menos la justicia, en el que se establece la libertad de movimiento de capitales, de productos y de servicios pero, ojo, no de persona. Para eso, mejor quedarse con el localismo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com