Los alumnos cuyo apellidos vayan de la “a” a la “l” acudirán a clase los lunes y miércoles… y viernes hasta las 12,00. De la “l” hasta la “z”, acudirán martes, jueves y a partir de las 12,00 del viernes.
Las actividades extraescolares de los sábados también se dividirán por turnos. Por ejemplo, cuando a la clase “A” le toque jugar al fútbol con la “B” la primera parte lo harán los delanteros del A contra los defensas del B y luego al revés. Al final se sumarán los tantos a favor y en contra de cada parte y se otorgarán las medallas, asimismo, en días alternos. Una ceremonia para delanteros de los unos y defensas de los otros y una segunda ceremonia para el resto.
¿Me siguen?
El modelo propuesto por la ministra Isabel Celaá, clases por turno, no es así pero apunta a eso y acabará en eso.
Propone que a una clase acuda la mitad del alumnado mientras el otro la siga telemáticamente. Y al revés. De inmediato, han surgido las pegas (el pueblo español no hace más que poner pegas, cómo son): que si eso duplicaría el esfuerzo de los maestros así como el coste de los comedores y del transporte, que si eso exigirá a los padres teletrabajar a perpetuidad, tal y como hacen ahora…
Pero la ministra Celaá tiene una respuesta espléndida para ello: Es sólo una propuesta. Se debe pensar que le pagamos para hacer propuestas, en lugar de ofrecer soluciones.
Además, los socialistas tienden a mantener el arresto domiciliario de los españoles a perpetuidad, nunca soñaron con disponer de tanto poder con tan pocos votos.
Y todo ello sin ceder un adarme en su sectarismo progre. Quiero decir que el coronavirus podría haberles hecho reflexionar sobre las enseñanzas con las que pervierten a la infancia… desde su más tierna infancia. Pues no: en cuanto el coronavirus remita lo que pretenden es, a través de los sistemas más majaderos, mantener el cristianismo fuera de las escuelas y a los menores sin el consuelo de Cristo, no vaya ser que aprendan a tratarle. Y acabar con lo poco que queda de la enseñanza católica en España.
Ni un paso atrás en el brutal proceso de perversión de menores. Pero eso sí, con tele-enseñanza y por turnos.