Tiene cierta gracia lo de la manifestación del domingo en París. Histórica, repiten. Pero fue una doble manifestación: la de los poderosos, que iban delante y la del pueblo, que marchaba detrás. La manifestación artificial de los poderosos, hermanados por su propio 'síndrome de Estocolmo' -vulgo, miedo- al terrorismo islámico, que les puede echar del poder y, detrás, la manifestación de un pueblo llevado por sentimientos nobles y reflexión superficial.

La verdad es que la importancia de una  manifestación, nos guste o no, se mide por la cantidad, por el número de participantes. Fue un éxito, pero no, ni mucho menos proporcionalmente, un éxito similar al de la manifestación tras el 11-M en Madrid, y sin el apoyo de tantos vips internacionales. Prácticamente de ninguno. Y tiene su lógica, porque resulta que el atentado de Atocha fue mucho más duro que el atentado de Charlie Hebdo más el añadido del otro canalla que asesinó a rehenes judíos y policías municipales.

La diferencia, como siempre, viene marcada por el cainismo español. En España el 11-M sirvió para partir en dos al país y para que el miserable de Rodríguez Zapatero subiera al poder y convirtiera el cainismo latente en guerracivilismo explícito. Allí no, con el sólo error de apartar al Frente Nacional (no, no me gusta el FN, por ser derecha pagana) por electoralismo de Hollande y, sobretodo, de Sarkozy.

Sobre la mentira no se construye nada: el islam no es una religión de paz. Hay que exigirles reciprocidad
Pero lo importante no es eso. Lo importante es que nos hemos dejado llevar por el sentimiento fácil que provoca la barrabasada islámica. Por una parte, los poderosos no dejan de alabar al islam- insisto, 'síndrome de Estocolmo'- como una religión de paz. Y como esto es mentira… pues sobre la mentira no se puede construir nada.

En segundo lugar, los poderosos presentes en París no exigen reciprocidad al islam. Y la reciprocidad es la pieza clave de las relaciones internacionales. Los musulmanes disfrutan de plena libertad religiosa en Occidente, los cristianos no la tienen en Oriente.

Entonces, ¿por qué los líderes de la manifestación de París continúan ciñéndose al control de fronteras y a la vigilancia de Internet? Pues porque el Occidente cristiano ha dejado de creer en Cristo y a esos líderes la libertad religiosa les importa un comino. Y así, hoy en día se enfrenta un mundo débil -Oriente- pero que cree en algo, aunque sea en una barbaridad, y un mundo occidental que habla de valores, pero que no sabe cuáles son esos valores. Vamos, que no cree en nada.

Ojo, esto no significa que Oriente vaya a ganar la guerra. Lo más probable es que ocasione dolor y pánico en Occidente y que, al final, se devore a sí mismo, como siempre ocurre con la violencia, en enfrentamientos entre musulmanes moderados y musulmanes fanáticos. Pero el problema sigue siendo el mismo.

El yihadismo enfrenta a un mundo débil y salvaje pero que cree en algo, con un mundo fuerte -Occidente- que no cree en nada. Este es el problema
Vamos con la esencia de todo, que es la blasfemia. Charlie Hebdo ni era libertario, ni anarquista, ni ultraizquierdista: era cristófobo, era un 'anti', sobre todo anti-cristianismo. Ahora, los más tontos reclaman el derecho a la blasfemia. Blasfemar es injuriar a Dios e injuriar a los creyentes. ¿Existe la libertad de injuriar? Evidentemente no. Si yo le miento al vecino no estoy ejerciendo mi libertad de expresión, lo que estoy haciendo es ofenderle. Eso no significa que él tenga derecho a asesinarme pero sí que el Estado, si es de derecho, tiene la obligación de protegerle a él y de perseguirme a mí. Y si no, no podemos hablar de democracia ni de Estado de Derecho. La única violencia que existe no es la violencia física. Por eso, por ejemplo, todo país que sufre el terrorismo acaba por convertir en delito la apología del terror… aunque el apologeta no participe en actos terroristas. Entonces, ¿no quedamos en que no había límites a la libertad de expresión? Al parecer, sólo se suprimen todos los límites cuando se trata de ofender a Cristo y a los cristianos. Y si no, piensen ustedes en la cantidad de pleitos ante los tribunales que ha desatado el derecho al honor.

En resumen, convivir con el credo musulmán es difícil porque el islam no admite la convivencia si no es bajo la imposición de sus normas. Pero el problema no es el islam, sino la progresía occidental, capaz de aceptarlo todo… menos a Cristo y a los cristianos. Es decir, capaz de aceptarlo todo menos a sí mismos, a su propio origen.

Que no, que yo no soy Charlie Hebdo ni quiero tener nada que ver con ellos. Eso sí, me revuelvo contra los cafres musulmanes que les han asesinado.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com