El master de Cifuentes recuerda el adagio evangélico: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y demuestra la hipocresía de los políticos españoles. Dime de qué acusas y te diré qué clase de tipejo eres.
Si de currículos hablamos, lo de los acusados es peor que lo de los acusadores
Dicho esto. En lugar decir tonterías, Javier Maroto debería aprender de las desgracias de Cristina Cifuentes, una mujer empeñada en despreciar a sus correligionarios del PP y hacerse la progre con los de fuera. Al final, tanto empeño en acariciar a la serpiente ha provocado lo esperable: la serpiente le mordió.
Que dimita o no es lo mismo: ya está dimitida.
Y todo esto pone al descubierto la grandiosa hipocresía de la presunta lucha contra la corrupción y la aún más formidable hipocresía del conjunto de la clase política española.
El problema de Cifuentes es que lleva años jugando a progresista y dando patadas a los compañeros
En cualquier caso, doña Cristina falsificó un master, pero el hombre que le ha presentado la moción de censura, el número dos del señor Gabilondo, se inventó una licenciatura en Matemáticas, otro de Podemos se hizo el ingeniero, Errejón se aprovechó de sus amigos para cobrar en la universidad, el portavoz de Pedro Sánchez (del que todavía no sabemos sobre su tesis) y los señores Chaves y Griñán no sabían lo que hacían sus colaboradores.
La cosa comienza a resultar cansina.