Mejor que yo lo explica el jesuita Ángel Rojas en este artículo. Entre las razones que Rojas baraja para comulgar en la mano y de rodillas, apunten estas dos: es la norma canónica… a la vez que una forma de evitar sacrilegios.
En cualquier caso, como se han invertido los términos, conviene recordarlo: la forma recomendada por la Iglesia desde los primeros siglos es comulgar en la boca y de rodillas. En tiempos de profanación, como los que vivimos en el siglo XXI, esto se hace más acuciante aún, dado que el profanador tiende a tomar la forma en al mano y, una vez alejado de la vista del sacerdote, introducírsela en el bolsillo. Y resulta que esa forma es Dios mismo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Exigir la comunión en la mano es un abuso, así como la conversión de la excepción en regla
En cualquier caso, dos advertencias: la primera es que aunque la mayoría de la gente comulgue en la mano, arriesgándose a que queden partículas en la palma o en las yemas de los dedos pulgar e índice, lo cierto es que comulgar en la mano es un derecho del fiel, no un deber.
Por tanto, los sacerdotes y sacristanes que, con motivo del coronavirus, obligan al fiel a comulgar en la boca -algo habitual y creciente ahora mismo- están cometiendo un abuso. Es el feligrés quien decide cómo comulga, según su fe y su devoción.
En tiempos de pandemia y de profanación… con más razón para comulgar en la boca. Muchos párrocos, ojalá fueran todos, así lo están propiciando
En cualquier caso, si lo hiciera en la mano, debe hacerlo con los requisitos canónicos al uso: la mano izquierda sobre la derecha (salvo que seas zurdo), coger la forma con la derecha e introducirla en la boca… ¡atención!, en presencia del sacerdote, no cuatro metros más allá.
Encima, con el maravilloso invento de la mascarilla-bozal, se están produciendo verdaderos abusos -esta vez por parte del penitente, que no del sacerdote- con gente que se acerca a comulgar sin bajarse la puñetera mascarilla y acaba comulgando en mitad del pasillo, ora introduciendo la forma por debajo, ora por encima, del bozal, o en curiosos escorzos que, además de poner en peligro la integridad de la fórmula acaban por resultar... ridículos.