• No se sabe lo que saldrá del próximo Sínodo de la familia pero la confusión ya se ha extendido por todo el orbe.
  • Es difícil identificar una época donde se haya profanado más la Eucaristía que en la actual.
  • Por este camino, llegamos a la abolición de la Eucaristía. ¿Y entonces?
Sé que voy a desanimar a tanta almas buenas y pías, de las que repiten aquello de ¡Oh buen Jesús, dulce y bueno! y se olvidan del que hacía de cuerdas un azote y expulsaba a golpes a los mercaderes del templo. Y aún así, señoras y señores, me veo en la obligación de recordarles, en vísperas del Corpus Christi, que la Misa no es una asamblea sino un sacrificio mortal. Nada menos que el memorial del Sacrificio de la cruz, que era la pena capital aplicada por el Imperio romano, con especial mala uva respecto al reo. De asamblea fraternal, nada: el mismo Dios en la cruz, sólo que esta vez no sufre. En puridad, Dios no puede padecer (aunque estamos hablando del perfecto Dios y perfecto Hombre) pero si puede compadecer, padecer con. Como nosotros: no podemos sufrir el cáncer del amigo que tiene cáncer pero sí podemos compadecerle, que es una forma de padecer con el y, sobre todo, de consolarle. Y esa es la razón última del milagro de todos los días, que los medios informativos, si nos dedicáramos a informar, deberíamos convertir en noticia de portada y de alcance. Y si realmente confiamos en que en las especies sacramentales, en el Sagrario y en la custodia, se esconde el cuerpo de Cristo, en caso de incendio nos jugaríamos la vida por defender la forma consagrada, porque vale mucho más que todo la humanidad junta. Y el que no piense así, me temo que no es católico. Pero este Corpus Christi de 2015 tiene un carácter especial. Por de pronto, sabemos que vivimos en plena batalla eucarística y algunos sospechamos, no es dogma de fe, se lo aseguro, que puede ser la gran y última batalla. Por lo menos, éste es el último Corpus Christi antes de la segunda parte del Sínodo de la Familia (octubre), que ha terminado por convertirse en el Sínodo de la Eucaristía. Tras la retorcida manipulación de la primera parte, donde una minoría enloquecida consiguió sembrar la confusión en todo el orbe católico, hubo incluso quien aconsejó al Papa Francisco que suspendiera la segunda parte de los 'festejos'. El problema no es que quede oscurecida la doctrina según la cual no se puede dar la comunión a quien vive en una situación irregular, por ejemplo, a los amancebados. La doctrina no cambiará aunque la modifiquen las crónicas periodísticas y/o clericales que la cuentan. No, la verdadera tragedia consiste en sospechar cuántos cristianos creen hoy que en la especies sacramentales está el mismísimo Cristo. Por las continuas profanaciones constantes -a veces me temo que incluso inconscientes- que contemplamos, en iglesias pretendidamente ortodoxas. Uno diría que nos aproximamos al pavoroso panorama de misas clandestinas y de una falsa Iglesia ayuntada con el poder, o peor, convertida en poder. Hablo de la abominación de la desolación, si ustedes me entienden, con su objetivo consiguiente e inevitable: la prohibición del Santo Sacrificio y la vuelta a las catacumbas y al sacrificio clandestino. No sé si va a ser así, no soy profeta: lo que digo es que este es el destino lógico, la estación término, si continuamos caminando en la dirección actual. Sólo eso. Eulogio López eulogio@hispanidad.com