En estos precisos momentos, teólogos firmes, instituciones de recto criterio, fieles acrisolados en la ortodoxia y un montón de rocas firmes de la historia están jugando a teólogos progres.
En serio: no hablo de chisgarabís, de pinchaúvas sino de gente con conocimientos teológicos. No me pregunten cómo ha sucedido esta considerable tragedia, aunque la imaginación es libre.
Concretando: el argumento más escuchado, no entre los cleriprogres sino, insisto, entre cristianos intelectuales: si el Sínodo de la Familia (segunda parte) dice que los divorciados y vueltos a casar, o cualquier otra persona en situación irregular, puede comulgar, habrá que aceptarlo.
El principal argumento para esta violación de la doctrina cristiana que dice que hay que comulgar libre de pecado mortal, consiste en lo que podríamos llamar apelación a la norma. No importa que la norma sea justa o injusta: debe cumplirse. Y la segunda derivada: lo que es, debe ser. ¿Por qué? No se sabe pero debe ser. Es una especie de fatalismo periodístico. Esto es, si las cosas marchan mal la única solución es aceptarla sin batallar, convertir el mal en bien, lo prohibido en permitido y promocionado.
Y así, hemos vivido, veinte años atrás, aquello de "si quieres acabar con el aborto legaliza el aborto". Tras comprobar que era falso, ahora damos el siguiente paso: si quieres terminar con el sacrilegio, legaliza el sacrilegio.
¿Nos hemos vuelto todos idiotas? Yo creo que sí. Y cuanto más instruidos más idiotas… debido a la pérdida del sentido común.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com