Ya saben ustedes cómo se inició la Semana Trágica Catalana. Los pobres no querían que sus hijos fueran a la guerra mientras los hijos de los ricos se libraban pagando un rescate. Entonces, la turbas, justamente enfurecidas… ¡se volvieron a Barcelona y empezaron a quemar iglesias!
En Chile está ocurriendo algo similar. El personal protesta por una subida del precio del billete de metro. En eso, la gente se dedica a profanar sagrarios (el que profana un sagrario no es un revolucionario, es algo peor: es un satánico) se decapitan imágenes religiosas (qué obsesión tiene la izquierda con las decapitaciones) e incendian templos. ¿Y esto qué tiene que ver con la subida del billete de metro? Pues tiene que ver el renacer del comunismo revolucionario, que está vez no crea ejército de milicianos sino que lanza por el mundo a ‘activistas’, más bien ‘milicianos’, profesionales de la violencia, que por una subida de metro terminan con un país en un santiamén. En esta ocasión con el país de mayor nivel de vida de toda Hispanoamérica.
Hispanidad ha mostrado distintas series de fotografías que demuestran lo que decimos, pero es igual. Esos activistas profesionales (¿Quién los financia?) tiene dos variantes: la violenta, siempre en busca de un muerto, o de varios muertos, en los provocados enfrentamientos con la policía, y la pacífica: la digital, porque la batalla en Internet es tan importante como la física en el siglo XXI. Lo niegan en correos dirigidos a Hispanidad donde insisten en que se trata de una revuelta social contra las medidas económicas del Gobierno de Sebastián Piñera. Basta con que miren ustedes las fotos para saber quién tiene razón. ¿Protestas económicas en el país más rico de Iberoamérica? ¿Y los asaltos sacrílegos son propios de una revolución social? ¿En serio?
Desde Chile, y desde otros lugares de Occidente, la revolución comunista, violenta ha resucitado en Occidente. En forma de "derechos sociales", es decir, de subvenciones públicas para vagos y de grupo profesionales de activistas vandálicos que siempre buscan lo ya dicho: un muerto. O varios.
Por cierto, el marxismo violento ha renacido en Chile pero en España, Pedro Sánchez hace algo parecido: le está dando pábulo al frentepopulismo, su arma para mantenerse en el poder, aunque para ello tenga que destruir España.
En pleno ataque secesionista, tanto catalán como vasco, Sánchez vuelve a ofrecer protagonismo a los comunistas de Podemos, en lugar de aliarse con el PP, que no deja de ser la única mayoría posible.