- No es posible hablar con Dios en mitad del ruido, ni del exterior ni del interior.
- El sacrificio es lo contrario del morbo masoquista.
- Desde el momento en que empecé a amar el sufrimiento dejó de ser sufrimiento para mí.
- La vida real es una batalla pacífica: "No me retiraré del campo de batalla. Aunque el sudor de la muerte bañe mi frente, no dejaré caer de la mano la espada".
Repitamos: este domingo 23 de abril es el
Domingo de la Divina Misericordia, creado por
San Juan Pablo II en honor del llamado apóstol de la Divina Misericordia,
la canonizada mística polaca Faustina Kowalska.
Y su
Diario es un libro que nadie debiera dejar de leer por ningún motivo. Es como un vademécum de vida, una hoja de ruta, que dirían nuestros políticos.
Por ejemplo, descubres por qué resulta tan inaprensible encontrarle un sentido a la vida en el mundo moderno.
Pues, de entrada, porque
no consigue mantener el silencio de los sentidos. Algo elemental: el silencio.
Por ejemplo,
no es posible hablar con Dios en mitad del ruido, ni exterior (el ruido urbano) ni interior: Dios huye de las almas hablantinas, asegura
Faustina Kowalska.
En palabras más claras, las del Diario: "
El alma silenciosa es fuerte. El alma silenciosa es capaz de la más profunda unión con Dios. En el alma silenciosa Dios obra sin obstáculo".
Y más: "
El Espíritu Santo no habla a un alma distraída y charlatana, habla a un alma recogida".
Resumido: "
El ruido continuo me cansa", dice Dios. Dios también es el canon de la belleza, del arte. El arte es música o silencio, es el ruido convertido en ritmo y la palabra convertida en pensamiento.
Segunda idea. El amor al sacrificio es lo contrario del morbo masoquista. Dice la santa polaca: "
Desde el momento en que empecé a amar el sufrimiento dejó de ser sufrimiento para mí. El sufrimiento es el alimento continuo de mi alma".
¿Cómo hacerlo? Pues así, al pronto, "
en tus sufrimientos físicos, y también morales, no busques compasión de las criaturas".
Más ideas del Diario de la Misericordia: "
las lágrimas de los niños mueven el mundo. Señor no mires nuestros pecados sino las lágrimas de los niños pequeños". Y es que el mundo actual ha perdido, no ya la inocencia, sino el gusto por la inocencia, que sólo poseen los niños.
La vida no puede consistir en la búsqueda de la comodidad, que parece es el objetivo del
sistema económico. Pero la vida cómoda es una vida triste. Por contra, la vida real es una
batalla pacífica: "
No me retiraré del campo de batalla. Aunque el sudor de la muerte bañe mi frente, no dejaré caer de la mano la espada".
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com