Tras el Domingo de Resurrección, la gran fiesta del cristianismo, comienza la semana de la Divina Misericordia, festividad que este año 2020 se celebra el próximo 19 de abril.
Hablamos de Santa Faustina Kowalska, la monja polaca semianalfabeta (1903-1938)… que escribió un libro de hondísimo calado filosófico y teológico –“Diario de la Divina Misericordia”-… condenado en el Índice de libros prohibidos de la Iglesia durante 30 años porque lo que decía era demasiado fuerte: Dios vive pendiente de la palabra del hombre. Demasiado, ¿no?
Pues no. Baste con recordar que su compatriota Juan Pablo II, que acabaría por canonizar a Kowalska, promulgó la única nueva festividad religiosa del siglo XX, precisamente en el año 2.000, con indulgencia total de pena y culpa, para quien cumpla con los requisitos habituales: confesar (una semana antes o una semana después del domingo 19), comulgar, hacer una profesión de fe en Cristo (puede concretarse en el rezo del Credo) y rezar por el Papa.
Sí, ya sé que el confinamiento ha puesto difícil lo de la confesión y que los obispos españoles han suprimido los sacramentos al suprimir las actos públicos, pero esperemos que eso empiece a romperse ahora, con la vuelta al trabajo. Ahora mismo, madrugada del lunes de Pascua, ya percibo más tráfico en Madrid que el lunes 6 o el lunes 31… afortunadamente. Así que a buscar cura para poder volver a empezar.
Recuerden que el evangelio del domingo segundo de pascua, siete días después de la resurrección, corresponde a la escena en la que San Juan cuenta la aparición de Jesús resucitado en el cenáculo, Jn 20,23. Habla del Señor que se aparece en el cenáculo e instituye el sacramento de la penitencia con estas palabras: “A quienes les perdonéis los pecados les son perdonados, a quiénes se los retengáis les son retenidos”. En otras palabras, la institución del sacramento de la penitencia. O sea, que a buscar un cura y a confesar, aunque sea de forma ilegal.
¿Y el mensaje? Como diría un político de la Transición, cuando preocupaba más el mensaje ideológico que el marketing para colocarlo, el mensaje se resume en cuatro palabras: Jesús, en ti confío. Archisuficiente: es la historia de todos los santos, desde Cristo hasta aquí: el abandono en las manos de Cristo, lo que los místicos españoles conocían como la infancia espiritual. Tan sencillo como complejo pero ni simple ni complicado: ante la justicia de Dios estamos perdidos, debemos acogernos a su misericordia.