Asegura el ministro de Interior, el sincero Fernando Grande-Marlaska, en sus ratos libres perseguidor de peligrosos delincuentes odiadores, que la posibilidad (decisión ya tomada en Moncloa) de alargar el confinamiento más allá del mes, previsiblemente otros quince días, hasta finales de abril, dependerá de cómo evolucione el número de contagiados.
La rueda de prensa de la noche del jueves el sincero Marlaska estuvo acompañado de Pedro Duque, ministro de investigación, al que la peña periodística, siempre aficionada a los tópicos desprecia un tanto: asegura que el ministro-astronauta permanece en órbita. Es posible, pero lo cierto es que ayer recondujo la embaucadora puesta en escena de Moncloa hacia su camino recto: la investigación: aseguró que a finales de mes ya apuntaría algo parecido a un prototipo de posible vacuna. No es mucho pero repitamos para evitar el mayor enemigo de la persona frente al coronavirus, que es la melancolía: al coronavirus no le vencerá ningún confinamiento sino nuestro propio organismo y la variante artificial de nuestro proceso natural de auto-inmunización, la creada por el talento humano: una vacuna.
El autoengaño de Sánchez e Iglesias: creer que se puede gobernar a un pueblo de agnósticos: sin fe sólo hay desesperación
Duque parece tonto pero resultó mucho más inteligente que Marlaska, todo un leguleyo, que insistía en el éxito del confinamiento y amenaza con una nueva prórroga… que, insito, ya está decidida.
Ya saben: no quieres caldo, toma dos tazas. No es que el confinamiento esté fracasando contra el coronavirus (¡Nooooooooooooo!) pero como todavía no hemos “aplanado la curva” te vas a fastidiar, españolito y vas a permanecer en arresto domiciliario otro mes. Como dicen las proyecciones matemáticas, a ese ritmo, aunque el ritmo podría cambiar, esperemos, el pico puede llegar el 18 de mayo. ¿Vamos a permanecer encerrados hasta entonces? ¡Habrá quien prefiera afrontar el coronavirus!
Pero hay más: de hecho, ni el español aguantará más un mes de arresto domiciliario, ni el católico un mes sin eucaristía.
Todo apunta a un ataque, satánico, para trocar la Eucaristía en otro tipo de ceremonia sincretista
El coronavirus ha suprimido la Eucaristía-banquete -la comunión de los fieles- y si yo quisiera cargarme a la Iglesia, eso sería, mismamente, lo que decretaría: la supresión de la Eucaristía o -me temo que, por aquí vamos, y esto ya es satánico-, sustituir la eucaristía por un sincretismo religioso que nos lleva a trocar la Santa Misa por otro tipo de ceremonia de corte sincretista, quizás New Age, donde, se lo firmo, acabaremos adorando a Satán, ¿Y los progres racionalistas y naturalistas, también? Esos, los primeros. La mayoría de los progresistas no son ateos, sino eclécticos. Entre otras cosas porque saben, al menos los inteligentes, como lo sabía Voltaire, que un pueblo de ateos es un pueblo de desesperados, es decir, ingobernable.
Y el progre inteligente -sí, hay alguno, no sean crueles- saben que la mejor forma de hundir a la iglesia no es destruirla, sino conquistarla y cambiar la doctrina por una macedonia de religiones y credos. O sea, el sincretismo de la Roma imperial decadente, que en el siglo XXI ha adquirido la forma de panteísmo-nueva era, adoradora de ‘fuerzas y energías”. Observen cómo los podemitas aconsejan “fuerza” a los pacientes infectados por el coronavirus.
Respecto al problema, grave, de la supresión de la Eucaristía, el problema está en la propia Iglesia. Asolada por los sacrilegios continuos y por algo mucho más grave, que muchos curas no creen en la transustanciación, corre el riesgo de ser la propia jerarquía quien suprima el Santo Sacrificio. Sí, así de fuerte, y entonces vendrá el caos.
El riesgo al que se enfrenta la Iglesia es que sea la propia jerarquía quien suprima la Eucaristía
De hecho, el coronavirus tiene toda la pinta de ser un ensayo para terminar con la Eucaristía. Con todos los obispos decretando la prohibición de eucaristías públicas… como se ha hecho en casi toda España con el confinamiento.