“Este Papa me tiene hasta los cojones”. Así se expresa un amigo mío, católico, formado y de los que, además de creer en Cristo, rezan a Cristo.
Si me atrevo a publicar sus injuriosas y muy groseras palabras sobre el Papa es porque reflejan lo que creo que les ocurre hoy a, diría, millones de católicos en el mundo y que ahora se ha convertido en un lugar común: definir el papado de Francisco como el papado de la confusión. No, tampoco aquí el pontífice queda muy bien.
Desgraciadamente, muchos católicos, y no hablo de católicos progres ni de iluminados, piensan lo mismo. Aseguran que Francisco siembra confusión y es cierto, pero también lo es que siembra confusión porque trata de atraer a todos los que puede en medio de la crisis más grave de toda la historia de la Iglesia… y por eso crea confusión.
Y, sobre todo, no es Francisco quien crea confusión, sino que somos todos, especialmente los que han secuestrado su imagen y se esfuerzan -también los medios informativos- en adecuar el Francisco real al Francisco que todos esperan, el que hemos construido en la vasija de nuestra previa deformación.
Comprendamos al actual Pontífice: trata de salvar lo salvable, ante la mayor crisis de la historia de la Iglesia
Verbigracia, ¿a qué se estaba refiriendo mi precitado deslenguado amigo? Pues a una de las últimas alocuciones del Papa, ante el Tribunal de La Rota, en la que habló sobre el matrimonio, sobre el amor humano, donde Francisco realizó una pertinente alusión a la belleza del vínculo y otras cuestiones de enjundia, al final, en el último párrafo, en una línea, dijo aquello de que la Iglesia debe acoger “incluso” a aquellos jóvenes que viven sin haber pasado por vicaría. Y claro, allí fue Troya: otra vez el Papa Francisco confundiendo al personal, otra vez denigrando la sacralidad del matrimonio, etc.
El problema, insisto, es que se trataba de la última frase del último párrafo… solo que el mundo, que tiene secuestrado al Papa Francisco, convirtió esa menudencia en titular. Las pruebas: ruego lean la alocución completa en Vatican.va. De hecho, les ruego que, cuando se trata de Francisco, acudan directamente a la web de Vaticano. Pueden comprobarlo aquí.
Sin embargo, esa pequeña frase del último párrafo se convirtió en titular en centenares de medios de todo el mundo. El mensaje sobre la belleza el matrimonio cristiano indisoluble y del amor humano noble se convirtió en esto: Francisco es tan progre que dice que los jóvenes no necesitan casarse para convivir. Como el chiste: si se quieren, si se quieren...
Como concluye mi grosero amigo: Francisco no cambia la doctrina, cambia la práctica. Pero no. Ni Francisco había dicho eso ni ese era el mensaje principal de su alocución. Pero si nos creemos lo que dicen los medios sobre Francisco, en efecto, el Papa es un hereje, un cismático, un progre y, mayormente, un traidor. Y los halagos interesados de los progres, aún son peores. Esos son los que lo tienen secuestrado y "adaptan" el mensaje de Francisco.
A mí este Papa no me cae simpático. Pero es que lo que a mí o a ti nos parezca, importa un pimiento
A ver: es verdad que Francisco ha cometido errores, que su forma de ser sandunguera y su lenguaje porteño le ha llevado a cometer fallos y a confundir a propios y extraños. El mayor error fue el puñetero Sínodo de la Familia (¡Ay madre, que ahora andamos en el Sínodo de los Jóvenes!) pero también lo es que el argentino es el Papa más manipulado de la historia. No ha sido negado, como San Juan Pablo II o Benedicto XVI: he dicho manipulado. Es decir, se afirma que ha dicho lo que no ha dicho.
Entonces, ¿quién es el que confunde? ¿Francisco o quienes le rodean? Porque su palabra llega a través de intermediarios y, ¡ay dolor!, de periodistas. Por favor, acudamos a las fuentes originales.
Resumiendo, comprendamos al Papa. Francisco trata de salvar lo salvable, en medio de la mayor crisis de la historia de la Iglesia. Cuidado, que a lo mejor tumbamos a este Papa para entronizar a un mercenario. Porque es muy posible que el mundo de dentro de una década no le conozca, como diría Alfonso Guerra, “ni la madre que lo parió”. Es decir, ni nosotros que lo estamos creando nos podemos imaginar lo que va a ocurrir, pero todos sentimos que la transformación puede ser radical.
A mí este Papa no me cae simpático. Pero es que lo que a mí o a ti nos parezca, importa un pimiento.
Por otra parte, recuerdo la historia de aquel empresario español que tenía una madre desgraciadamente muy conocida, conocida por sus rarezas y opiniones cuando menos curiosas. Vamos, que el común de los españoles la tenían por una majadera. Una vez le pregunté su opinión sobre el mensaje de su madre y me respondió: “Pues, en primer lugar, y en último, es mi madre”.
Francisco es el Papa, el Vicario de Cristo en la tierra. En primer… y en último lugar.