El mundial de atletismo que se está celebrando en Doha (Qatar) podrá ser calificado de muchas maneras, pero nunca como un éxito, ni en cuanto a las marcas obtenidas por los atletas, ni por la organización, ni desde el punto de vista del impacto económico, ni por el interés mediático y, ni mucho menos, por la afluencia de público.
El Khalifa Stadium, con capacidad para 50.000 espectadores, se ha quedado grande. A la jornada inaugural acudieron menos de 20.000 personas, y eso que estaban todas las delegaciones de los participantes. El momento culmen de todo campeonato de atletismo, la final de 100 metros lisos, tampoco fue mejor: los que la vieron en directo desde las gradas no superaron los 10.000. Bochornoso. Claro que era día laborable, a pesar de ser domingo, y eso se notó. Menos mal que el Comité Organizador ha cubierto el segundo anfiteatro con lonas de la Federación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF en sus siglas en inglés).
Otro dato: en total, para la semana y media de campeonato (del 27 de septiembre al 6 de octubre) se han vendido 50.000 entradas, las mismas que vendía Londres 2017 en un solo día.
A más de 35 grados de temperatura y con una humedad superior al 75%. Pero ningún país se opuso de verdad a la candidatura de Qatar
Es todo un despropósito, a más de 35 grados de temperatura y con una humedad superior al 75%. Pero ningún país se opuso de verdad a la candidatura de Qatar, ni mucho menos renunció a participar en el campeonato, que es exactamente lo que tenían que haber hecho todos.
Y no solo por las durísimas condiciones climatológicas -eso es casi lo de menos, con permiso de los atletas- sino por todo lo demás. Por ejemplo, por las condiciones -de esclavitud- en las que trabajan los obreros indios y nepalíes que actualmente construyen los estadios para el Mundial de Fútbol de 2022. Un régimen que gusta a algunos, como a Xavi Hernández, ex jugado del Barça y actual entrenador del Al-Sadd: “No vivo en un país democrático pero el sistema funciona mejor que en España”, dijo hace una semana.
Sí, los islámicos ricos se dedican a pervertir, al tiempo que prohíben cualquier símbolo religioso que venga de Occidente. Por ejemplo, la cruz. Y si no que se lo pregunten a Florentino Pérez, que eliminó la cruz del escudo del Real Madrid para poder vender camisetas. No es el único: el Barça también quitó la cruz de San Jorge para poder vender en Arabia Saudí.
Sí, los islámicos ricos se dedican a pervertir, al tiempo que prohíben cualquier símbolo religioso que venga de Occidente. Por ejemplo, la cruz
Y lo más grave: hacen todo eso al tiempo que exigen respeto y construyen enormes mezquitas en Occidente. El único líder que les puso firmes fue Putin, que le exigió reciprocidad al rey de Arabia Suadí cuando éste le dijo que quería edificar una gran mezquita en Moscú. “No hay problema, pero con una condición: que autorice a que se construya también en su capital árabe una gran iglesia ortodoxa”, le respondió Putin.
Y cuidado, porque si algo tienen los árabes es dinero, con el que están colonizando el mundo. Solo a modo de ejemplo, el fondo soberano de Qatar es accionista significativo de empresas como IAG (20%), Iberdrola (8,5%), Hochtief, Deutsche Bank, Volkwagen, El Corte Inglés (12,2%), Walt Disney Pictures, Barclays…
Lamentablemente, el mundial de atletismo de Doha no será una ventana a la libertad y a los derechos humanos en Qatar, sino un espejismo que se desvanecerá en el mismo momento en el que se cierre el telón.