• Y es que el evolucionismo resulta muy cansino.
  • Principal vía para demostrar la existencia de Dios: de la nada no sale nada.
Si hay algo que me cansa del evolucionismo es la irritante reiteración de los evolucionistas, unos pestiños de mucho cuidado. Además, la palabra evolución, ya lo decía Chesterton, es un palabra blanda y un concepto maleable que explica todo lo que queremos que explique sin que nos sirva para nada. Por el contrario, lo que acabo de leer me resulta mucho más original. Ojo al concepto: "La decadencia y la degradación en el cuerpo humano y en las especies vino progresivamente. Hubo hombres que se degradaron tanto que, incluso en su físico, que acabaron pareciéndose a los monos. Para terminar extinguiéndose". Y es que no conocemos el futuro pero me temo que aún menos nuestro pasado remoto. Esta es una hipótesis tan válida como cualquier otra. No repugna a la ciencia, salvo cuando la ciencia trabaja con anteojeras y/o prejuicios y se convierte en cientifismo, y coincide con el sentido común y hasta con la cosmovisión bíblica que ninguna teoría religiosa o científica ha conseguido no ya superar: ni tan siquiera emular. No hace falta ser cristiano para darse cuenta de que lo que la raza humana pudo ser y de lo que es. Y no hace falta ser cristiano para darse cuenta de que el hombre no crea, sólo trasforma, y de que todavía hay algo más difícil de crear que la materia: el espíritu. Y no hace falta ser muy listo para caer en la cuenta de que la principal vía para demostrar la existencia de Dios: que de la nada no sale nada. Así que yo me enrolo en esta bandera: el hombre no es un mono evolucionado; sino que el mono es un hombre degradado. Bueno, antes algunos lo fueron; ahora, algunos lo parecen. En particular los del proyecto Gran Simio. Eulogio López eulogio@hispanidad.com