Observen el mensaje (a continuación, en la imagen) que el hombre más informado del planeta, el multimillonario propietario de Facebook, envía a todos los que quieran publicitar sus productos en la red social (¿Pagándole, eh?). Además, Zuckerberg no puede permitir que se discrimine a la mujer. Antes se rasgaría las vestiduras. No aceptará ese tipo de anuncios. 

Ahora bien, Facebook sí está dispuesto a aceptar -siempre que sea legal, naturalmente- que se discrimine por edad, por ejemplo.

Pues verás, Mark, tenemos dos problemas:

En primer lugar, el mundo está repleto de leyes injustas. No todo lo que es legal es moral. Y en eso, tú no entras, claro, porque facturarías menos y eso no puede ser, que cotizas en bolsa. Tu moralidad, Mark, no va más allá de la ley, pero olvidas que el mundo está lleno de leyes injustas. Abraham Lincoln, para suprimir la esclavitud, se enfrentó a normas establecidas. Tú no le habrías permitido anunciarse en Facebook.

Mientras, Facebook vive de la utilización de los datos personales... con la publicidad teledirigida

Pero la segunda norma que impone Facebook aún resulta más hipócrita (siempre en nombre de la no-discriminación, naturalmente) y constituye su gran arma comercial: Facebook no impide la publicidad selectiva. Es más, la favorece y constituye su razón de ser. De hecho, es lo que pretende vender y lo que vende. 

En otras palabras, el amigo Zuckerberg utiliza toda la información que le damos gratuitamente todos los que pasamos por caja o los que publicamos algo en su red, información con la que puede perpetrar, por ejemplo, publicidad segmentada

O sea, discriminar a la mujer no, pero utilizar los datos personales de ellos y ellas, sí

En pocas palabras: conocer qué artículo, qué producto estaría dispuesto a comprar cada persona. 

Sin embargo, don Mark nos vende la moralina de no discriminación a, por ejemplo, la mujer. Y así queda como todo un progresista.

¡Hay que ser hipócrita!