De todo el aquelarre del pasado 8-M, lo que más me cabreó es el intento de lavarle el cerebro a las niñas pequeñas: el empeño en convertirlas en feministas antes de tener el uso de razón. ¿Y después? Pues si son feministas, no andarán muy sobradas de razón.
Claro que esta limpieza de meninges viene de atrás.
La mujer necesita del varón y el varón necesita de la mujer. Y mucho, en ambos casos
Y se percibía, por ejemplo, en la película para niñas (sí, para niñas) más famosa de los últimos años: Frozen. Buen momento para recordarlo ahora, cuando llega la segunda parte. El mensaje de la última maniobra ideológica de la antaño inocente Disney sólo tenía un mensaje para las niñas: no necesitamos a los hombres que, además, son todos estúpidos.
Y otro menaje: bueno es aquello que es bueno para la mita de la humanidad. La otra mitad es el enemigo.
No sé por qué me acordé de la cursilería de Frozen, producto de esa casa de los horrores en que se ha convertido la factoría Disney, cuando el 8 de marzo contemplaba el otro horror: el aquelarre de la madrileña Plaza de España.
Sobre todo, porque el mensaje central es más falso que un billete de seis euros, ya que la mujer necesita del varón y el varón necesita de la mujer. Dos sexos tan distintos como complementarios, enfrentados en la más estúpida de todas las batallas: la de media humanidad contra la otra media.
Y como guinda: las monjas feministas. Hermanas: el feminismo, padre del aborto, no es compatible con el cristianismo
Porque junto a la perversión de la infancia, el otro gran horror del 8-M es que se ha convertido en eso: en la mayor colección de mentiras que haya visto el siglo XXI. Es el feminismo, ese machismo con faldas y padre del actual aborto.
Y, como guinda, el adefesio de las monjas feministas. Hermanas: el feminismo, padre del aborto, no es compatible con el cristianismo. A ustedes que les llamamos madre, no deberían olvidar que las feministas odian la maternidad. Como tampoco debían olvidar que uno de los objetivos más calos del 8-M has sido los bramidos contra la Iglesia de roma, por patriarcal, machista y ligeramente fascistoide. ¿O no tan ligeramente? Háganselo mirar, hermanas, háganselo mirar. No vaya a ser que la próxima persecución contra los cristianos –y la cristianas- venga de parte de feministas y feministos.