Además, el NOM es globalista, más que nada porque si su objetivo es el mundo su poder será mayor, será global, terráqueo, telúrico. Y eso les mola mucho.
Por tal razón, a los chicos del NOM no les gusta nada el Estado-Nación, esa construcción de finales de la Edad Media que hunde sus raíces, más o menos, en el cristianismo medieval, uno de los grandes logros de la humanidad.
Ejemplos, David Rockefeller (en la imagen), un hombre que no tiene ninguna prisa en morirse: creador de la Comisión Trilateral, ateo practicante y miembro del club Bilderberg. Pronunció las siguientes palabras ya a finales del siglo XX: "La soberanía supranacional de una élite intelectual y banquera es absolutamente preferible a la autodeterminación nacional practicada durante los siglos pasados". ¿Comprenden? No hablaba de la Unión Europea, que es una entidad supranacional pero no formada -al menos no todavía- por una élite intelectual de banqueros (Rockefeller cree que se puede ser banquero e intelectual, pero sólo lo cree él).
¿Y qué me dicen del economista de moda, Santiago Niño Becerra, para quien los Estados ya no son necesarios? Y lo malo es que va teniendo razón: en efecto, cada día más, los mercados se imponen a los gobiernos democráticamente elegidos.
Pero quien mejor refleja ese odio del NOM a los Estados nacionales es el jetas de George Soros, de profesión sus especulaciones y de afición sus filantropías. Soros riza el rizo: "Son los mercados los que tienen auténtico sentido de Estado". Otra gran verdad: los especuladores tienen una idea muy clara sobre el Estado que necesitan para medrar: la plutocracia.
Eulogio López
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