Lo que más me asombra de los enormísimos planteamientos de FG sobre la banca digital consiste en que sólo se refieren al producto pero nunca al destinatario. En otras palabras, nos canta las excelencias de la banca digital (en forma etérea, ciertamente, porque todavía no sabemos en qué consiste la digitalización de la banca) pero jamás de las ventajas que esto supondrá para los clientes es decir, para el bien común: mirad cómo me perfecciono, oh sí, pero no esperéis ventaja alguna para vosotros.
Al menos, a dos presidentes de la gran banca española les he formulado la misma pregunta: ¿Qué es un banco digital? Y la respuesta ha sido siempre la misma: no lo sé. Vamos, que el segundo banco español esta en manos de un bolsita y de un ingeniero. No tiene por qué ser malo pero llama la atención. Para entendernos, la digitalización -de un banco o de cualquier otra cosa- es un medio, no un fin en sí mismo. Un cajero es banca digital pero a nadie se le ocurre -bueno, a FG- sublimar la operativa de los cajeros hasta la nueva era digital (si le llamas electrónico no impacta tanto) que pretende FG. Poco estilo al echar a Ángel Cano, veinte veces más joven que él, y mucho miedo a dar el salto -no se sabe hacia dónde, pero dejemos eso-, porque claro, el beneficio, lo que se dice el beneficio, lo van a conseguir los veteranos Vicente Rodero, Juan Asúa y Sáinz de Tejada, esos chicos tan antiguos de la caverna bancaria, pero que soportan sobre sus espaldas a la revolucionaria generación digital. Que la digitalización es forma, FG, no contenido. Y aunque el continente siempre es relevante no conviene confundir los medios con los fines. Su fin sigue siendo prestar dinero. Si por medios electrónicos puede hacerlo más rápido y con menor coste, enhorabuena, pero el fin no es la electrónica, es hacer banca. Eulogio López eulogio@hispanidad.com