Vivimos en el siglo de los nenazas. Si la palabra está mal vista, la modifico: vivimos en en el siglo de los blandengues. Pero hablamos de lo mismo.
Cuando tenemos un problema invocamos nuestro interminable derecho a que el Estado, es decir los demás, nos lo solucionen. Y, desde luego, nos gusta más hablar de derechos que de libertades. Especialmente ahora, en campaña electoral.
Donde nada está prohibido, por nada merece la pena luchar
Antes, cuando un demagogo quería burlarse del votante le llamaba pueblo soberano. Ahora le llama sujeto de derechos.
Pues la vida no son derechos. La vida no es diálogo, es lucha. Y también es libertad para obtener mérito mediante el esfuerzo personal. O si lo prefieren: la vida es diálogo con los demás pero lucha contra uno mismo.
Y la vida también es disciplina. Entre otras cosas, porque donde nada está prohibido, por nada merece la pena luchar.
En la vida hay tres tipos de personas:
1.Los que consuelan a los demás.
2.Los que buscan el consuelo de los demás.
3.Los que consuelan a todos con el dinero de todos. A esto se les llama políticos.
Al fondo: menos pensar en nosotros mismos y más en el próximo
Lo más sensato consiste en no confiar en los grupos de dos y tres.
No seamos nenazas: menos quejarse y más esforzarse. Y al fondo: menos pensar en nosotros mismos y más en el próximo.