- Lo malo del islam, o de cualquier tiranía, no sólo es que se aproveche de las mujeres sino que las humilla.
- Sin embargo, arremeten contra el cristianismo.
- Y no olviden que la lujuria es pecado menor que la soberbia.
El orgullo es un veneno tan fuerte que no sólo envenena las virtudes sino también a los otros vicios.
Un hombre puede ser algo susceptible y algo libertino en temas sexuales. Pero sólo cuando a la lascivia se une la soberbia
nos encontramos con el hombre que no sólo quiere ultrajar a las mujeres: quiere humillarlas, ofenderlas y hasta matarlas. Sencillamente, no soporta su debilidad física.
Me he acordado de esto al comprobar la humillación a la que sometieron los sicarios de
Nicolas Maduro a la madre y a la esposa del líder opositor,
Leopoldo López, encarcelado.
Y aún más cuando pienso en el trato del islam hacia la mujer, a la que considera un ser, no inferior, sino directamente utilizable. Y las personas nunca pueden ser medios sino por propia y libérrima voluntad.
Ahora bien, me sorprende, no menos,
el silencio de las feministas respecto al islam. Se pasan todo el día lanzando denuestos contra el cristianismo, liberador de la mujer, pero ni una palabra sobre el
esclavizador del sexo femenino, el islam.
A lo mejor es porque a las feministas les importa un bledo la mujer. Pero no caigamos en esa tentación.
El único pecado que existe es el orgullo. Ahora bien, ¿por qué los tiranos se ensañan con la mujer? ¿
Por qué las feministas le besan los pies al tirano y se revuelven contra quienes defienden la dignidad de la mujer?
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com