- La profecía es denuncia y la verdad es humildad.
- La era actual es era de confusión y la ciencia ha agotado sus posibilidades…
- Que nunca fueron muchas.
- El conocimiento profético -que no de augur- se convierte en la certeza más sólida en un mundo de sospechas.
- Su prueba de fuego es… la humildad del profeta.
La crisis de la ciencia, producto de haber exagerado las posibilidades del método científico, se ha revaluado, lo que resulta curioso en un mundo hipertecnificado. Es la certeza que ofrece el
conocimiento profético. Es más, ha elevado el conocimiento profético (que no el del augur, que escosa distinta) a las más altas cumbres. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!
Insisto,
profeta no es el que se dedica a dictar vaticinios sino el que sustituye la ciencia por la sabiduría. Y esto puede hacerlo por la vía de la revelación, por la de oración
o por la vía de la reflexión.
Ahora bien, la prueba de fuego del conocimiento profético es la
humildad del profeta. Y esto por varias razones: en primer lugar,
la verdad sin humildad y sin sencillez no sirve. Es decir, la humildad sin caridad no sirve.
La humildad es la verdad, dice
Santa Teresa. Yo diría que ese concepto tan esquivo, lo opuesto a la soberbia, se define más bien por
otros retazos más palpables, más identificables. Por ejemplo, la humildad se deja ver en la sencillez.
Además, la humildad y la verdad se necesitan el uno al otro pero la humillación se deja ver en la sencillez, de la misma forma que el
orgullo, otro concepto difícil por omnipresente, se deja ver más en la suspicacia antes que en la simple altanería.
Parece claro: esta es la época de los profetas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com