El Papa Francisco camina en su línea, que no merece sino admiración: hacer todo lo posible por salvar todo lo salvable. Que, en apariencia, no es mucho, porque la Iglesia está hecha unos zorros… con perdón.
Al mismo tiempo, Francisco es más consciente que nadie de que la Iglesia vive de Eucaristía. Él mismo lo dijo, en su reciente exhortación postsinodal del Sínodo de la Amazonia, cuando dejó claro la doctrina eterna de la Iglesia para desesperación de la clerecía progre. Dijo el Papa: “la Eucaristía hace la iglesia”, y también dijo: “no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía”.
Sin embargo, ahora, ante el coronavirus, sin faltar a ninguna eucaristía de Semana Santa, Francisco ha cerrado la Basílica de San Pedro, aunque es verdad que el Gobierno italiano ha cerrado los accesos a la Plaza de San Pedro y, por tanto, ahí, soberanía italiana, poco puede hacer el Papa.
La Iglesia vive de la eucaristía, ergo la Iglesia no puede vivir sin eucaristía
No obstante, el Pontífice podría haber convertido el Vaticano en el confesionario y en el altar de Roma. Él es el jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Por tanto, creo que es legitimo hacerse, yo me las formulo, estás dos preguntas: ¿Está el Papa secuestrado en el Vaticano? Porque lo que tengo claro es que Francisco no será un Papa mártir: ya lo es.
Y lo que es peor: ¿Ha llegado ya la falsa Iglesia que es quien ya maneja los hilos vaticanos? No tengo respuesta para ninguna des las dos preguntas, pero sí un montón de sospechas que me llevan a plantearlas.
La razón para plantearse estas dos preguntas es muy simple: la Iglesia vive de la eucaristía, ergo la Iglesia no puede vivir sin eucaristía... como dijo Francisco.