• Putin llegó tarde a la cita con Francisco: cuando el alma rusa confunde lo trágico con lo grosero.
  • El presidente ruso no debería despreciar al Papa: su antecesor tumbó al Imperio soviético.
  • En algo coinciden Moscú y Roma: la verdad existe.
El alma rusa es trágica pero los hay que confunden lo trágico con lo grosero. El miércoles, Vladimir Putin llegó con un retraso de 50 minutos a una cita con el Papa Francisco. El presidente del país más grande del mundo se reunía con el del más pequeño, pero sólo los políticos groseros llegan tarde a las citas. Eso no es alma trágica, eso es ser un grosero, Vladimir. ¿Qué pretendías? Dejar claro que tú eres ortodoxo y no obedeces al Papa de Roma? Eso ya lo sabemos. Además, tú no eres el pope ortodoxo ruso: tú eres un político. Lo otro sería caer en el panteísmo de la Madre Rusia, con religión adjunta y subordinada: muy peligroso. Y así no es posible la alianza. ¿Alianza entre Moscú y el Vaticano? Pues sí, alianza lógica y deseable. En algo coinciden: el actual gobierno ruso y el eterno gobierno de la Iglesia piensan que la verdad existe. Y también piensan, en el caos de Putin y Bergoglio, que la verdad no sólo es un qué sino un quién. Y Putin no debería despreciar la pequeñez política del Vaticano. Un monarca del diminuto Estado, un tal Juan Pablo II, tumbó al más poderoso imperio que vieron los tiempos modernos: el imperio soviético. Eulogio López eulogio@hispanidad.com