Hace un mes era diálogo. Todos los problemas de España se solucionaban, según el Gobierno socio-podemita, con diálogo. La insistencia en el concepto resultaba cansina pero, al parecer, funcionaba. El que se negara al diálogo era un fascista.
Ahora es otro concepto el elegido: unidad. Unidos venceremos al virus, como si al bicho le importara algo la armonía entre la clase política.
Ahora, en pro de esa unidad, un país preso del miedo se despeña hacia la estupidez y acoge de buen grado la nueva consigna monclovita: unidad.
Dice el señor Sánchez que los españoles no comprenden cómo los médicos se unen, la policía se une, todos se unen… pero la clase política permanece dividida.
La verdad es que los médicos se dedican a curar y los policías a proteger, así que lo lógico es que funcionen unidos. Por contra, el pluralismo exige que los partidos políticos representen, como su mismo nombre indica, a una parte del electorado. Otra cosa sería dictadura, presidente.
Para Sánchez e Iglesias, unidad significa que la derecha vaya detrás de ellos y aplauda sus decisiones aunque contraríe sus principios
Otra cosa es decidir asuntos en común ante el coronavirus, pero para eso, lo único que se necesita es ser menos sectario: ceder en algo. ¿En qué está dispuesto a ceder usted, señor presidente? ¿En ideología de género, en feminismo, en que a los niños los eduque el Estado, en la memoria histórica que usted pretende y que está escorada hacia un lado, en la eutanasia, en el aborto, en la defensa de lo público en contra de la propiedad privada?
El problema del gobierno socio-podemita es que es muy sectario. Para Sánchez e Iglesias, unidad significa que la derecha vaya detrás de ellos y aplauda sus decisiones aunque contraríe sus principios.