Preciosa puesta en escena, la de el diario El País con su entrevista a Irene Montero, en calidad de inauguración del nuevo curso político. Ojo a las palabra de la ministra de Igualdad, que lo sigue siendo: "Cada vez hay más hombres que piensan que no quieren ser como Rubiales". No sé si lo han cogido porque Irene es muy sutil: quiere decir que si usted varón, reprueba al grosero de Luis Rubiales, es feminista. Claro, con ese modelo de cómputo no me extraña que doña Irene, que es de ciencias, concluye que feministas y feministos son abrumadora mayoría, en una España poblada por presumidas del tipo Barbie y por idiotas del tipo Ken. 

Como guinda del pastel: Montero ha dicho que no le importaría seguir como ministra, a pesar de haber sido expulsada por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, al alimón y con su prestigio personal de suelta-violadores. Es curioso: es su enloquecida definición de consentimiento lo que ha facilitado la vida a los miserables que han abusado de mujeres pero doña Irene, pertinaz en el error, insiste: lo importante es el consentimiento. Y es cierto: tan importante que es obvio. Y solemnizar lo obvio es una de la mayores estupideces contemporáneas.

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Lo de abrumadora mayoría no está mal porque el feminismo podemita no parece haber obtenido un éxito en la pasada convocatoria electoral, a pesar de ser abrumadoramente mayoritario, claro está, y porque lo que realmente está ocurriendo es que en España ha renacido el miedo social, civil, primario: es decir, predomina lo políticamente correcto y todos los varones, y mujeres cobardicas, no se atreven a decir que el emperador va desnudo y que el feminismo no es otra cosa es, en pocas palabras, una peligrosa memez: un machismo con faldas. Pero, en ese caso, nunca serás tertuliano en Radio Televisión Española. Es más, te pueden caer hasta cuatro años de cárcel por odiar a la mujer. Allá tú, muchacho.  

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En cualquier caso, gracias a Rubiales, doña Irene Montero renace de sus cenizas y reclama mantenerse al frente del Ministerio de Igualdad, ahora en funciones. Porque lo importante, no lo olviden, es el consentimiento.

Y mientras, los tuiteros siguen haciendo de las suyas...