Debate de Presupuestos en el Congreso de los Diputados. Me sorprendió el presidente del Partido Popular, Pablo Casado. Sin un solo papel, sin guion alguno, protagonizó un discurso demoledor, con argumentos políticos y con una dialéctica económica impecable. Mezcló –sin nota alguna, insisto– ideas y datos. Bien asignados, para echar por tierra unos Presupuestos Generales del Estado que son malos por la misma razón que el Gobierno dice que son buenos: aumentan los impuestos y disparan el gasto. Ergo reducen la libertad.
No hablo del Salario Mínimo del que en Hispanidad ya hemos dicho que se trata de una buena medida… ajena a los PGE, si no hubiera sido acompañada por una absurda elevación paralela de las cuotas sociales (22,5%) que están llevando a la economía sumergida a las rentas más bajas. Hablo de nuevos impuestos y de aumento del gasto –los derechos, oh sí– que vuelven a ser un atentado contra la propiedad privada y unos subsidios alimentadores de vagos y perezosos varios.
Mala señal cuando una mujer recurre al socorrido machismo como argumento: eso es que carece de argumento alguno
Y lo peor es que María Jesús Montero, probablemente la ministra más capaz de todo el Gabinete Sánchez (si eso no es mucho decir, júzguenlo ustedes, pero es la más capaz) tuvo que recurrir a insultar a Casado llamándole machista. No venía a cuento, pero es señal evidente de que no tenía argumento alguno que ofrecer.
Y, además, ojo, le tildaba de machista por el peregrino argumento de que hacía recaer sobre las mujeres la baja natalidad española. En primer lugar, Casado no dijo tal cosa. Casado dijo que necesitamos niños y que estamos abortando niños. En segundo lugar, aunque lo hubiera dicho, ¿la mujer no tiene ninguna responsabilidad en el desplome de la natalidad?
Lo dicho: triunfo inapelable de Pablo Casado, que me ha sorprendido como un gran orador. Ahora ya sólo falta que me sorprenda como un gran defensor de principios inexcusables. Por ejemplo, el derecho a la vida.