- Hiroshima y Nagasaki no hizo que los japoneses renunciaran a la energía nuclear.
- Y es que los progres de siglo XXI siempre actúan en contra del pobre.
- Y claro, no les gusta la energía nuclear pacífica porque es la más barata.
- Harry Truman ordenó lanzar el hongo sobre Nagasaki, la ciudad más católica de todo el Japón. Probablemente fue una casualidad
Septuagésimo primer aniversario de las dos bombas que Estados Unidos -una potencia muy democrática, la más democrática del planeta-, lanzó sobre las ciudades japoneses de Hiroshima y Nagasaki. Por cierto, hablando de esta última, el feroz comecuras Harry Truman (en la imagen), un progre de la época, al frente de un país mayoritariamente cristiano, lanzó su hongo sobre Nagasaki, la ciudad más católica de todo el Japón. Nagasaki no merecía ninguna atención estratégica. Simplemente, se trataba a aterrorizar a Tokio. A lo mejor fue casualidad, pero este presidente del Estados Unidos fue un auténtico cristófobo, que apenas ocultaba su odio a la Iglesia católica, un miserable como pocos, del que, sinceramente, yo no me fío. Shinzo Abe ha sido el primer ministro japonés desde Hiroshima que ha invitado a los líderes del Mundo a visitar la ciudad para darse cuenta de lo que pueden hacer las armas atómicas. Yo también lo aconsejaría. Ahora bien, es el mismo primer ministro que, tras el accidente de Fukushima, ha ordenado poner en marcha, de nuevo, los reactores nucleares. La energía nuclear representa un gran invento del hombre que, como todo lo creado por Dios, resulta una maravilla. A continuación, es el turno de la libertad del hombre, que debe elegir entre el uso correcto o perverso de esa creación, así como de su inteligencia y su voluntad. Ocurre que, en el siglo XXI, los progres actúan siempre en contra del hombre. Y la energía nuclear pacífica es lo mejor para el hombre, especialmente para los pobres, pues es la energía más barata. Si lo piensan es lógico. El arma no mata, el que mata es el hombre. Eulogio López eulogio@hispanidad.com