Queremos seguir siendo diferentes, clamaba Isidro Fainé en la Junta de Accionistas de Caixabank. Quería decir que quería seguir siendo una caja de ahorros, aunque, como la ley y el sistema financiero le ha obligado a convertirse en banco, él quiere seguir siendo una caja de ahorros, a pesar de que hoy por hoy, decir que eres cajero es arriesgarte a un bufido o, al menos, a que te tilden de antiguo.
Pues bien, Fainé, el último cajero, ha montado un banco, Caixabank, al servicio de una caja de ahorros (La Caixa), y está al servicio de una obra benéfico social. Y lo ha conseguido contra las presiones de Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), el gran poder, contra el sistema financiero internacional, contra el PSOE y contra el PP. Es muy difícil de mantener su tinglado pero él lo borda, así que lo mejor es que aguante, cuanto más tiempo mejor. Ahora bien, la presión del sistema es mucha. Por ejemplo, las diferencias entre cajas y bancos, en la práctica, pueden reducirse a tres: 1.- Los cajeros cobraban menos que los banqueros. Ahora bien, en la misma Junta de Accionistas de Caixabank, el secretario del Consejo, Alejandro García-Bragado, respondía a un airado accionista. El propietario había asegurado, no sin razón, que eso de que a los consejeros se les dieran acciones como salario no le gustaba. Que aumenten su patrimonio -aseguraba, gastando su propio dinero-. Muy lógico, además si gasta su dinero comprando acciones de Caixabank se preocupará de lo mismo que le exige el accionista: que le paguen cuanto más dividendo mejor. Ahí el secretario se propuso dar una lección al rebelde, y la verdad es que resultó poco convincente. Según él, la propia legislación te obliga a aumentar la retribución variable de los consejeros ejecutivos. Muy cierto, ahora que también la legislación y los códigos de buen gobierno, te animan a que sean los propietarios quienes decidan cuánto y cómo se paga a consejeros y ejecutivos. 2.- En respuesta a otro accionista, Bragado aseguró que "las cajas cayeron porque cada vez se les exigía más capital y la única manera que tenían de obtenerlo era su propio beneficio. Como con la crisis no había manera de obtener ese beneficio…". Sí, es cierto, no fueron los políticos quienes acabaron con las cajas de ahorros sino Basilea y el primer mandamiento del Nuevo Orden Mundial: un buen banco es aquel que tiene mucho capital. Es decir, el burro grande, ande o no ande. Mentira, claro está, un buen banco no es el que tiene mucho capital sino el que tiene poca morosidad. Hasta ahí Bragado iba bien. En mi opinión, falla cuando dice que la culpa la tuvo la crisis. Anda ya. Las cajas han atravesado las crisis del pasado siglo con mucha más dignidad y éxito que los bancos. No hombre, no, la culpa es de un sistema perverso y mentiroso, que busca el oligopolio bancario de unos mega-grupos internacionales con los que el poder político, asimismo global, pretende un entendimiento mafioso. En España hemos desamortizado las cajas de ahorros, entre otras cosas porque a la progresía de izquierdas y de derechas les molestaban esas entidades secretas, en su mayor parte por la Iglesia. Con ello destruyeron la obra social de la banca, convertida en banca especulativa desde entonces, deslocalizaron el crédito, terminaron con el tejido industrial español al que protegían las cajas y… consiguieron el escándalo de los salarios millonarios de los banqueros. Y sin embargo, henos todos aquí, soberbios papanatas, homologando banca con modernidad y cajas con algo marchito y caduco. Marchito no, caduco sí, porque a la fuerza ahorcan. ¡Qué error, qué inmenso error! El de cargarse las cajas de ahorro. Eulogio López eulogio@hispanidad.com