Uno de los errores, digamos teológicos, más populares del siglo XXI consiste en pensar que la fe es una lotería: a algunos les ha tocado y a otros no. Estos últimos, naturalmente, no son culpables de nada, simplemente no tenían el boleto premiado.
Pues no. El que no cree en la palabra del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, ya está condenado, asegura el Evangelio.
Así que, en principio, si usted no cree, es culpable de no creer... en contra de los que muchos creen.
Porque la fe es un regalo, pero los regalos se pueden aceptar o rechazar. O a lo mejor, como en el chiste, es que ni tan siquiera se ha tomado usted la molestia de comprar el boleto. Y así, claro, no le puede tocar.
Y la consecuencia de la increencia o del agnosticismo es la melancolía
Resumiendo: la fe no es opcional: es obligatoria. Y esto porque el hombre es libre para creer, pero no para evitar las consecuencias de su incredulidad.
Y la consecuencia primera del agnosticismo es la melancolía por orfandad.