• De paso, la Constitución de Cádiz prohibió la masonería.
  • Otra cosa no hubiera sido admitida por el Pueblo español.
  • Y eso lo sabían hasta los redactores masones.
  • Lo importante no es cambiar el Gobierno, sino cambiar la sociedad.
La estupidez cunde, lo sé. Por eso, las reprimendas suenan a reiterativas y, a la par, siempre nuevas. Escucho últimamente, por ejemplo en el Congreso podemita de Vistalegre, la alusión a las Cortes de Cádiz, ahora reivindicadas por los cuatro grandes partidos, desde la mencionada izquierda podemita hasta la derecha conservadora y pagana del PP. Pero lo cachondeable es que se presenta a la Pepa como el acabose del laicismo. Y es cierto que había mucho masón entre sus redactores pero también lo es que no se atrevían a manifestarlo. ¿Por qué? Porque la sociedad española amaba a Cristo y no se lo hubiera permitido. Y la opinión pública, en el Imperio Romano, en la Edad Media y en la Edad Moderna, siempre ha dirigido la moral de los pueblos y el modelo de vida de la sociedad. Quienes hablan de la Constitución de Cádiz como el primer emblema del laicismo olvidan lo que la Pepa preconizaba (título II, artículo 12): "La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana, única, verdadera". Y para mayor recochineo anti-progre, los hacedoras de la Pepa condenaron expresamente la masonería en toda España y en los territorios de ultramar, tanto tras-Atlántico como tras-Pacífico (Filipinas). Sencillamente, otra cosa no hubiera sido aceptada por los españoles. Lo que nos lleva al eterno problema y a la permanente confusión: lo importante no es cambiar el Gobierno, sino cambiar la sociedad. Eulogio López eulogio@hispanidad.com