- El padre Rafael Alonso ha creado una congregación donde abundan las vocaciones.
- Es un fruto de Garabandal.
- Ejemplo de martirio cotidiano. A las siervas que visten con un hábito humilde y a los siervos que visten con sotana, les insultan por las calles.
- La Iglesia siempre ha estado en crisis. Ocurre que a lo mejor esta crisis es terminal.
- Los siervos más libres que he conocido nunca. Los masocas más sonrientes del universo entero.
- Es la civilización del amor, el Reinado Eucarístico. Si lo prefieren.
"Os estoy haciendo una llamada al martirio". El padre
Rafael Alonso, fundador de
los Siervos del Hogar de la Madre habla en una aldea perdida de Cantabria a las hermanas -siervas-. La verdad es que para ser 'siervas' parecen bien contentas. Y nadie lo diría,
porque no tienen nada de eso que las mujeres llaman "mis cosas": trabajan duro, viven pobres y crean mucho.
El padre Alonso
ha fundado una rama femenina -abundantes vocaciones-, una rama
masculina -abundantes vocaciones- y una
rama laica, que no tiene vocaciones porque
lo suyo es la vocación matrimonial.
¿Carismas? Principalmente dos: amor a la Eucaristía y a la
Virgen María, así como desvelo por la formación de los jóvenes.
Pues bien, estas son las congregaciones, o movimientos, o lo que sea, que han aguantado el vendaval de secularización desde los años 70. Lógico:
Eucaristía y Santísima Virgen: son los dos puntales de la Iglesia de la modernidad.
En este caso, hablamos de una congregación nacida, además,
a la sombra de las apariciones marianas de
San Sebastián de Garabandal (1961), algo que no constituye, precisamente, una buena sombra canónica.
Pero a lo que estamos, Bernarda, que se nos va la tarde.
Asisto a una Eucaristía del padre Rafael Alonso con las siervas. Habla claro (o sea, una homilía distinta a lo habitual) y
pone el listón alto. Esto es, junto a la austeridad y la alegría, otra de las características de los nuevos movimientos, que no predican la pobreza sino que la viven. Incluso distinguen entre la
santa pobreza y la 'puta' miseria. Cuestión esta, asimismo, bastante útil.
Y entonces va al padre Rafael y suelta, por si alguien no se ha enterado, aquello de que "os estoy haciendo una llamada al martirio". Es decir, a
esa cosa que no hay que buscar pero sí contemplar como posible, aunque no como probable. Y en esa 'cosa', no hay que olvidar que se dan dos modalidades:
el martirio de entregar el cuerpo que muere y el martirio de
entregar el alma que vive para Dios. Para los dos se precisan muchas agallas. También para el martirio de la coherencia, que es el que no termina en el cadalso
sino en no negar a Dios delante de los hombres. Este es el principal martirio de nuestros días: estar llamados a ella.
Un ejemplo de martirio cotidiano. ¿A las siervas que visten con un hábito humilde y a los siervos que visten sotana, les insultan por las calles? Sí, les insultan.
¿Son masoquistas? No,
el cristiano tira a hedonista. Lo que les ocurre a esos curas y seminaristas,
a estas religiosas y novicias es que se han abandonado en manos de Dios y entonces hasta el martirio es dulce. No lo desean, pero saben que
estos son tiempos martiriales.
¿Se trata de una congregación alejada del mundo que no vive la actualidad del
Cuerpo Místico? No precisamente. Saben eso: seguir a Cristo hoy es
martirio o rendición. No cabe término medio.
Rafael Alonso lo explica así: la Iglesia siempre ha estado en crisis, pero probablemente la crisis actual será peor que las anteriores, probablemente sea terminal (lo de terminal es mío y sólo mío).
Al padre Rafael le gusta exponer un artículo dentro de otro: echa mano de otro maldito del momento presente, al menos en algunos ambientes eclesiales:
San Josemaría, fundador del Opus Dei. Me refiero al artículo del santo maño 'la última campanada'. Un texto en el que el fundador del Opus Dei, hace eso mismo:
una llamada al martirio. No están los tiempos para católicos blandos. Un texto que, por cierto, algunos blandos dirigentes la Obra actual parecen empeñados en ocultar, sobre todo porque San Josemaría -bueno era-
acaba su texto echando un sonora bronca a los 'blanditos' de su propia Obra de Dios.
Los siervos más libres que he conocido nunca. Los masocas más sonrientes del universo entero. Es la civilización del amor, el
Reinado Eucarístico. Si lo prefieren. Que cunda.
Ni en Madrid ni en Nueva York: en una perdida aldea cántabra.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com