La virtud de la masculinidad es la fortaleza. Y la fortaleza se traduce, entre otras cosas, en no quejarse.
Estamos llenos de quejicas, así que debe faltar masculinidad.
Desconfíen del varón que no hace más que protestar o reclamar sus derechos: es poco hombre.
En la legión aprendí a no quejarme
En plena crisis de masculinidad, de la verdadera virilidad, quizás convenga recordar aquellas declaraciones de un comunista asturiano que se alistó en la legión para evitar la cárcel:
-¿Y qué aprendiste en la legión?
-Aprendí a no quejarme.