Al ministro de transporte, y vivienda y demás agendas, José Luis Ábalos, le llaman Torrente, no me pregunten por qué pero a partir de ahora, creo que la llamarán “sólo faltaba”. Ábalos es, ante todo, un matón, el matón del PSOE. Su matonismo le lleva, primero a imponer. Si el adversario le hace frente, recula, es decir, se vuelve educado. Si no, Ábalos decide dar rienda suelta a su refrescante lenguaje y a su brillante raciocinio.
Ahora se ha lanzado, bajo la baladronada del “¡Sólo faltaba!”, a justificar el atropello a la propiedad privada de su compañera Francina Armengol, la cara más moderada para las bofetadas progresistas más sonoras. Francina ha decidido expropiar -legalmente, se entiende, por eso ha creado una norma- viviendas, naturalmente para dárselas a los pobres. O sea, un robo a bajo precio al legítimo propietario del piso pero “a beneficio de los huérfanos y de los pobres de la capital”.
El argumento de Torrente para justificar el atropello a la propiedad privada es genial: Si es legal… Verá ministro, ustedes, los políticos, se dedican a hacer leyes y normas, por lo que casi todo lo que hacen suele ser legal. Pero eso no significa que sea justo,
“Sólo-faltaba” está a punto de descubrir que la legalidad no es un principio moral ni garantía de justicia. La esclavitud también era perfectamente legal.