Espléndido mensaje de cuaresma del Papa. Francisco (en la imagen), en su caso porteño -los porteños son caóticos, ¿no lo sabían?-, tiene esa brillantez de quien siempre recuerda lo que siempre se olvida. Por ejemplo, recuerda que el amor al prójimo de allende los mares puede tener mucho de teórico y poco de caridad: no hay que olvidar, dice el Papa, "el Lázaro" que está a nuestra puerta.

Atención a los prójimos próximos y a los prójimos lejanos. Por ese orden

Si observan los medios de comunicación y las redes sociales hoy verán mucho de eso: mucha preocupación por los vietnamitas e indiferencia hacia el vecino de la puerta de enfrente.

Y así llegamos a la globalización de la indiferencia de la que habla Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2015, otra idea para apuntar: es el otro extremo del egoísmo. Los vietnamitas están tan lejos que mejor no ocuparme de ellos. Sólo que la Iglesia es un único cuerpo -otro recordatorio del papa- y es misionera. El objetivo de un cristiano está en lo cercano, primero -porque no se puede amar al que no se ve- pero también en un corazón que está pendiente (expresión clave esta de 'estar pendiente') en próximos y lejanos, aunque empezando por los primeros.

Y ahora viene la concreción papal, el propósito para esta Cuaresma o para toda una vida. Tres objetivos:

"En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración".

Primero Dios. Contra quienes repiten que Francisco sólo se preocupa de los pobres pero no de la oración, ahí tienen la rectificación, en vivo y en directo.

"En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad".

Sí, está hablando de limosna. Y lo lógico, también para evitar estafas, es que un católico canalice esa limosna a través de organizaciones de la propia Iglesia católica.

"Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos".

Esto es, la humildad más olvidada por "los humildes": que solos no podemos hacer nada. De hecho, nunca hacemos nada: todo lo hace Dios. ¡Atención, atención, peligro de desviamiento teológico en esta última frase periodística acerca de la gracia divina y la libertad humana! Ni caso. Insisto: todo lo hace Dios: el hombre sólo inclina su libertad hacia el amor o hacia el desamor.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com