Como era un poquito rojo, a la toma de posesión del López Obrador como presidente de México, el Gobierno español, o sea, don Pedro Sánchez, envió al Rey de España, Felipe VI. A la toma de posesión de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil enviamos al secretario de Estado, Juan Pablo de Laiglesia, un desconocido. De hecho, la presencia española más sonada fue la de Ana Pastor, del PP, presidenta del Congreso y miembro de la oposición.
Y no fue eso lo que provocó la protesta del nuevo Gobierno brasileño, donde España se juega tanto, sino la actitud necia de los medios oficiales de Pedro Sánchez, en especial de RTVE que repetía la muletilla de Jair ‘ultraderechista’ Bolsonaro.
Una vez más, los complejos progres de Sánchez, que ve ultras por todos lados, le han llevado al ridículo
Pues bien, Bolsonaro está tratando con guante de seda a las empresas españolas allí instaladas (Telefónica, Santander e Iberdrola, principalmente), mientras López Obrador nos muerde la mano y exige a España y al Papa que pidan perdón por los excesos cometidos por los conquistadores españoles. Hasta el Vaticano le ha mandado a hacer gárgaras.
Y como el PSOE es un partido progre-acomplejado, la respuesta a López Obrador ha resultado tibia, mientras las empresas españolas intentan abandonar México al tiempo que tratan de suplir la carencias de la diplomacia española en su actual mercado más relevante: en Brasil, con el ‘nazi’ de Bolsonaro.
¡Eres grande, Sánchez, inmensamente grande!