Pocas horas lleva en la red mi artículo “Francisco es un gran Papa pero léanle directamente a él” y ya he recibido ‘quejas’ al respecto. Esto de ‘la interné’ funciona demasiado rápido.
Pues ahí va otra de un buen Papa. Precisión: asegurar que Francisco es un gran Papa no significa asegurar que me caiga simpático. Mi ídolo era Juan Pablo II. Ahora bien, los papas, un detalle que a veces se nos olvida, no están puestos para que nos caigan simpáticos.
A lo que estamos, Fernanda, que se nos va la tarde: que ha dicho el Papa Francisco, en la Misa del Gallo de la noche del 24, que la libertad del hombre consiste en aceptar, o rechazar, el cariño que Dios le ofrece a cambio de nada.
Como le gusta repetir al Papa Bergoglio, con expresión argentina, “Dios nos primerea”. Es decir, se adelanta a ofrecernos su amor a cambio de nada. Ojo, su amor es muy exigente pero, como asegura Francisco, Él nos lo ofrece antes: nos ama antes que nosotros nos planteemos siquiera amarle. Por tanto, la libertad humana consiste en la gratitud, aceptar su amor y corresponderle o rechazarle.
El que cambia la Iglesia, el que cambia la historia, es aquel que acepta el regalo del amor de Dios
O como también asegura Francisco, la existencia del hombre es muy sencilla: se puede resumir en tres expresiones: ‘Por favor’, ‘perdón’ y ‘gracias’. Del hombre, sobre todo, la gratitud, porque Dios ‘nos primerea’, se adelanta.
La otra idea de la Misa del Gallo también es muy comprensible: “Cambiar la iglesia, o el mundo entero, consiste en cambiar uno. La responsabilidad es estrictamente individual”.
Y el Papa cuenta la historia del pastor de Belén que no tenía nada que regalar a Dios y acude la portal con las manos vacías. Entonces, la Virgen, ocupada en abrir los regalos (no llevaban la cinta de El Corte Inglés) deposita en brazos de ese pastor al Niño Dios. El villano no tuvo que regalar, fue regalado.
Y de esta historia, que a muchos teólogos les aparecerá absolutamente menor, Francisco elabora su filosofía de vida: el que cambia la Iglesia, el que cambia la historia, es aquel que acepta el regalo del amor de Dios.
Y de postre: cambiamos el mundo cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos.
En palabras del Papa: “Dios no te ama porque te comportes bien. Él te ama y basta”. Como dijo en otra ocasión: Dios nos primerea.
Dios nos ‘primerea’: la libertad del hombre consiste en agradecer ese amor con correspondencia
El único mérito que le queda al hombre, aquel por el que será juzgado, será el de agradecer, luego corresponder, al regalo de la existencia y del amor de Dios.
Del Papa Francisco es la teología que afirma que la vida consiste en tres cosas, en tres expresiones, casi en tres palabras: por favor, perdón y gracias.
Y la libertad del hombre consiste en aceptar el cariño que le viene regalado.
De postre: a lo mejor, a la hora de escribir sobre Francisco, algunos aprendemos que los católicos no somos críticos, somos discípulos.
El amor de Dios exige mucho, pero Él se nos adelanta
Y algo más: los papas no tiene por qué caernos simpáticos. No están ahí para nuestro deleite sino para nuestra formación.
Dicho esto, a mi me cae bien Bergoglio. Pero me caía mejor mi ídolo, Wojtyla. Pero eso, ¿a quién le importa?