Ha muerto Fernando Morán, ministro de Exteriores del primer gobierno de Felipe González. Un asturiano sobre el que primero se hicieron muchas bromas y al que luego se le exigió que no hiciera bromas él para no molestar.
Pero hay que reconocer algo, los políticos de la Transición no eran tan groseros ni tan cínicos como los de ahora. Los 13 años de felipismo y los 8 de Aznar no dieran para la grosería que luego se exhibió con Zapatero y Rajoy, y que ha logrado su cénit con Pedro Sánchez.
Ejemplo: se conocía la noticia de su muerte cuando Pablo Iglesias aprovechaba su último turno para calificar a la diputada Mireia Borrás llamándole “repugnante” y “fascista”. Eso para hacer boca. Naturalmente, Iglesias aprovechó el segundo turno de réplica, cuando el adversario no tiene ella oportunidad de responder. Es en ese momento cuando nuestro valiente héroe suelta toda su ponzoña.
Encima, la diputada había preguntado, sin levantar la voz, por la negativa de PSOE y Podemos a que se investigará cómo se prostituyó a menores presuntamente protegidos por las instituciones Baleares que controla la izquierda.
El genio de la demagógica, vicepresidente segundo, aprovechó para darle la vuelta y asegurar que intentar obtener rédito político con un tema tan delicado era repugnante hasta por un fascistas.
Y recibió un gran aplauso.
A los políticos actuales sólo les pedimos… un poquito de educación. A lo mejor es la clave para acabar con la “crispación”.