Irene Montero sí cree a Rociíto, con lo cual no sé ni para qué se celebra el juicio. El marido, o lo que fuera, de la señora hija de Rocío Jurado es culpable y no se hable más.
Ahora queda por aclarar si la ministra Montero estará presionando al juez, algo muy feo, que nunca debe hacer un ministro. O al menos, si lo hace que no se note.
Con el caso Rociíto ha vuelto a salir a la palestra el esquivo el asunto de la violencia psicológica contra la mujer. Parece mentira que semejante tontuna sea aceptada de forma acrítica, vamos que nos la traguemos sin más.
A ver: si la mujer no puede ejercer violencia psicológica sobre el varón y sólo la ejerce el varón sobre la mujer, resulta que la mujer es tonta.
La mujer no tiene un pelo de tonta.
Ergo, la mujer sí puede ejercer violencia psicológica sobre el varón.
Y todo esto nos retrotrae a la raíz misma de la violencia doméstica. Surge cuando el odio ha sustituido al cariño en la convivencia. Y entonces cada sexo utiliza sus mejores armas: el hombre la fuerza bruta. Ahora bien, ¿acaso no puede la mujer utilizar la humillación, el desprecio, palabras, gestos, calumnias con idéntica destreza. Uno diría que más, en cuanto suele poseer menos fuerza bruta que el hombre y, por tanto, se aferra a las armas de las que dispone.
¿Por qué nos tragamos tanto alimento tóxico fabricado en la factoría de la ideología de género?