• El iluminado no es el que cree en lo extraordinario, sino el convencido de que lo único extraordinario que existe es él mismo. España es tierra de místicos… "mal manejada, mal dirigida".
  • El problema de la España actual no es el separatismo catalán, una mera anécdota, el problema es la desesperación general. 
  En las revelaciones privadas de Cristo a la madrileña Marga, se puede leer lo siguiente "España tierra de místicos. Vosotros tenéis un trato especial conmigo y con mi madre. No es cosa, aquí, de unos pocos. Ahora bien, qué mal manejada, qué mal dirigida". Y en efecto, España ha sido tierra de María y tierra de místicos. Lo uno lleva a lo otro ciertamente. Y esto sí tiene que ver con el momento delicado que atraviesa el país. ¿Por el separatismo catalán? No hombre, no, eso es una anécdota. Lo que impera en España, y esto sí es peligroso, es la desesperanza, y es sabido que de la desesperanza sólo hay un paso hacia la desesperación. Pero la revelación dice algo más: "Digamos que, de entre los vuestros, siempre se ha procurado alejaros de manifestaciones extraordinarias. Pero mirad que si en estos tiempos sois privados de manifestaciones extraordinarias, seréis privados de Mí. Porque es el modelo que yo he elegido para comunicarme en estos días". Lo que nos están diciendo a través de esta madrileña que se autodefine como "un bolígrafo" es que, en efecto, las manifestaciones extraordinarias de la Providencia deben tomarse con mucho cuidado. Un castizo dirá que hay que atárselas con papel de fumar. Ahora bien, no todo lo extraordinario es demencia y si no creemos en lo extraordinario no creemos en el Dios que a los ojos de los hombres es lo más extraordinario que puede concebirse. El milagro, clave de los Evangelios y del Magisterio, así como de la santificación, es extraordinario de suyo. Al mismo tiempo, aunque lo propio del cristiano es lo ordinario, lo de todos los días, Evangelio y Catecismo, sacramentos e intento de santificación, lo ordinario no puede convertirse en la ordinariez de la rutina o repetición de actos sin sentido alguno. Dicho de otra forma: el cristiano que no cree en lo extraordinario ni cree ni es cristiano.  Y el iluminado no es el que cree en lo extraordinario, sino el convencido de que lo único extraordinario que existe es él mismo. Ahora bien, ¿quién nos dirige mal? Eulogio López eulogio@hispanidad.com