- No dejes que haya ninguna empresa grande y así, el grande no podrá pisar al pequeño.
- ¿Y las redes, las infraestructuras, que son, por naturaleza grandes? Esas déjalas en manos del Estado.
- El sector público no es malo por ser público sino por ser enorme.
La negativa de Bruselas a que
Telefónica vende O2 a Hutchinson debería ser apoyada por Hispanidad. A fin de cuentas, no nos gustan las fusiones porque hacen
compañías más grandes, enormes, y lo grande siempre resulta ingobernable. De hecho, si quieres que el grande no abuse del pequeño sólo hay una forma:
no dejes que el grande crezca. Mutílalo. Como el chiste del pastor al que un tren arroyó a su rebaño y se lía a golpes con trenes de juguete: "
A estos hay que matarlos de pequeños".
Pero resulta que no. Resulta que la comisaria
Margrethe Vestager, una de nuestras peores ciudadanas europeas, ha decidido que Telefónica no puede vender O2 a los chinos de Hutchinson porque son españoles y doña Margrethe (que aunque suene a chiste, así se llama)
no quiere ofender a los británicos, no vaya a ser que se marchen de Europa.
Es la misma
British Telecom y compañía que le robaron el plan a la española Telefónica y se lo ofrecieron a los franceses de
Orange y a los alemanes de
Deutsche Telekom, gente de muchísima más categoría que los 'dogos' españoles.
Y tampoco nos gustan los chinos que han construido de la noche a la mañana las
mayores multinacionales del mundo montadas sobre la mayor explotación laboral, puro esclavismo, que haya conocido la historia,
bajo la bandera del doble sistema: dictadura comunista en lo político y capitalismo financista en lo económico.
Pero si habláramos en teoría, y nada hay más práctico que una buena teoría, deberíamos apoyar a Bruselas.
Todas las teorías sobre competencia se estrellan contra la mencionada y tozuda circunstancia: lo grande siempre abusa de lo pequeño. Por tanto, lo único que prohibir para conseguir una competencia en libertad, es decir, para conseguir libertad, es precisamente eso: que
no hay cosas grandes, tampoco empresas grandes. El mismo Estado, la multinacional más grande que existe, no es malo porque sea público sino
porque es enorme. Y abusa del individuo y de las pequeñas comunidades.
Y si crecen, pues llegado a un punto de tamaño crítico las troceas y en paz.
¿Y qué hacemos con las redes,
con las infraestructuras, de suyo grandes, globalmente desmesuradas? Pues se las cedes al Estado. Como se hizo siempre, por otro lado.
Las redes de carreteras, de agua, de comunicación, las infovías, que las ponga el Estado y sobre ellas que compitan los privados, siempre pequeños, nunca grandes.
Esa sería la única competencia posible y justa. Volver al sistema anterior. Con el actual, donde las redes las explotan privados, no hay manera de entenderse.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com