No basta con enseñar a la gente a no mentir: hay que enseñarle a decir la verdad. Que no es lo mismo.
Vuelvo a la distinción entre rigor y verdad. Ya lo he explicado asegurando que quien presume de rigor suele prácticar la técnica de decir la verdad, nada más que la verdad pero no toda la verdad.
Ejemplo: la técnica del Gobierno, del ministro Illa, para esconder su fracaso. Así, Sánchez, Illa, Simón, Montero, repiten que el ritmo de fallecidos por coronavirus ha pasado del 35% al 0,2%, desde el estado de alarma. Hombre claro, si hubiéramos seguido a ese ritmo de letalidad estaríamos todos muertos o metidos en un hospital. Pero, eso sí, no dicen toda la verdad. Ocultan que, a pesar de lo bueno que ha sido el confinamiento español, que sólo ha destrozado la economía pero ha salvado “300.000” vidas, ocultan, digo, que España es el país del mundo con más infectados y más contagiados del mundo. Es decir, que el confinamiento español ha sido un fracaso rotundo.
Optar por el rigor en lugar de por la verdad no deja de ser un forma de mentir. Es la nueva forma de mentira.