Por decisión del Gobierno Rajoy, en España, el responsable de luchar contra las noticias falsas será el Consejo de Ciberseguridad, que a la sazón lidera el general Félix Sanz Roldán (en la imagen), director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Es decir, el líder (conocido en todo Madrid por el gato Félix) de los espías dirigirá la lucha contra las noticias falsas que se expanden por la red.
A ver si lo he entendido: ¿al jefe de los espías, los mayores productores de noticias falsas e intoxicaciones varias, se le sitúa al mando de la lucha contra las noticias falsas? ¿Y somos tan idiotas que nos lo tragamos sin rechistar?
Al jefe de los espías, los mayores productores de noticias falsas e intoxicaciones varias, le situamos al frente de la lucha contra las noticias falsas
Miren ustedes, como ocurre con la corrupción, la lucha contra las 'fake news' es una gigantesca estafa que consiste en calificar como noticias falsa todo aquello -información o análisis- que no agrada al poder. Lo que, traducido a nuestro tiempo, significa todo aquello que resulte políticamente incorrecto. El poder se cansa a menudo de las discrepancias y entonces las califica de falsedades interesadas... probablemente explotadas por Vladimir Putin que se pasa todo el día fabricando noticias falsas en su despacho del Kremlin.
Las 'fake news' se han convertido en la mejor manera de eliminar al discrepante sin necesidad de llevarle a los tribunales (lo cual tampoco supondría una gran defensa se lo aseguro).
E insistimos, la falsedad de una noticia se conoce por su propia incoherencia interna
Miren ustedes: la falsedad o veracidad de una noticia se extrae de la propia noticia, de su propia coherencia, o incoherencia, interna. Ninguna falsedad de grueso calibre dura más allá de 48 horas y ninguna manipulación dura más de 48 segundos ante un lector inteligente y, sobre todo, ante un lector humilde que sabe buscar la coherencia de las cosas. Porque el principal termómetro para conocer la verdad o falsedad de una noticia es su propia coherencia interna, no el dedo tan acusador como interesado, del gato Félix.