Nuevo mensaje de Cristo a la madrileña Margarita de Llano: sí, creo en la sobrenaturalidad de estos mensajes. Aclarado este punto, sigamos: se produjo el pasado domingo de la Divina Misericordia (11 de abril) y aquí tienen el -breve- texto completo.
Aún más breve mi resumen: lo que Cristo recuerda es que, en el momento presente, no hay otro camino que el amor a la Eucaristía. Y, haciendo honor a la fecha en que se trasmitió el mensaje (Domingo de la Divina Misericordia, que este año se celebró el 11 de abril), la convicción de que el mundo será renovado -y buena falta le hace, a fe mía- a través de “la devoción a mi Misericordia”.
El futuro del mundo no depende de Joe Biden, ni tan siquiera -Dios me perdone- de Isabel Díaz Ayuso. El futuro depende de hombrecillos corrientes y molientes que se arrodillan para adorar a Jesús Sacramentado
Retoma aquí el mensaje la obra de Faustina Kowaslka (1905-1938), apóstol del abandono en la Misericordia de Dios mediante sus cuatro famosas palabras: “Jesús en Vos confío”, que recoge, a su vez, toda la devoción al Sagrado Corazón y la clave de la mística española: el abandono en las manos de Cristo.
Pero concretando el mensaje del 11 de abril a Margarita de Llano, lo que Cristo aconseja es la adoración eucarística, la de Cristo, fuera del Sagrario y en la Custodia, porque el hombre necesita ver… también toda la majestad del Creador anonadada en un trozo de pan ácimo. Esto es: “Venid a mis adoraciones”, porque ahí es donde hoy se manifiesta Dios y donde comienza el futuro Reinado Social y Eucarístico de Cristo en la tierra, un verdadero Nuevo Mundo. Que vendrá, no lo duden y será un mundo sin miedo. Incluso sin miedo al virus.
Y algo debe tener el agua cuando la bendicen porque, a pesar de la pandemia y de la actual doble crisis de la Iglesia (crisis de fe y crisis cismática), en toda España se multiplican las adoraciones a Jesús Sacramentado, expuesto en la Custodia.
El futuro del mundo no depende de Joe Biden, ni tan siquiera -Dios me perdone- de Isabel Díaz Ayuso. El futuro depende de hombrecillos corrientes y molientes (usted y yo, usted un poco más moliente que yo) que se arrodillan a adorar a Cristo Sacramentado. Todo lo demás llegará por añadidura.