O se vive como se piensa o se acaba pensando como se vive. O uno es coherente con sus principios o deja de tener principios.
Y acaba por llamar ‘sus valores’ a los anti-valores
Y lo más lamentable: llega un momento en que califica como valores a los anti-valores. Porque si algo le cuesta reconocer al ser humano es su falta de coherencia.
Al final, el incoherente acaba siendo un esclavo de sus caprichos, una figura patética. Les advierto que hay unos cuantos pululando por ahí afuera.