- El cura más catódico de España nos ha informado de que él se parece a Jesucristo.
- Por eso recibe a todos.
- Y quizás por ello se abalanza sobre cámaras y micrófonos.
- Está bien que bendiga a los homosexuales mientras no deje de explicarles que…
- "Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados".
¡Ay, ese hambre de micrófono,
Padre Ángel (
en la imagen)! Dedícate a ministrar y que tu actividad onegera sea producto de tu ministerio.
De hecho, lo mejor son ambas cosas al mismo tiempo, porque, sabe,
Padre Ángel, no sólo de pan vive el hombre.
Acabo de leer una entrevista que me ha causado una cierta desazón. El cura más catódico de España nos ha informado de que él
se parece a Jesucristo porque recibe a todos. Lo que me recuerda aquella biografía de
Paul Johnson sobre el escritor
León Tolstoi, titulada
El hermano pequeño de Dios. Claro que, aclaraba el pérfido Johnson, Tolstoi siempre se negó a aceptar el benjaminato:
quería la primogenitura. Sosegaos, Padre Ángel.
Bendecid a los homosexuales. Está muy bien, pero mientras les bendice vuelva a hacer de ministro. Al tiempo que les bendice, claro que sí, que son hijos de Dios, su deber es explicarles que "
los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados", y que, además, "
cierran el acto sexual al don de la vida" y "
que no puede recibir aprobación en ningún caso". Que no lo digo yo:
lo dice el punto 2357 del Catecismo de la Iglesia, si usted me entiende y comprende. Porque lo de bendecir y no enseñar no parece caridad: más bien parecen ganas de no complicarse la vida. Por ejemplo, podría decirles que "
las personas homosexuales están llamadas a la castidad" (punto 2359 del Catecismo). También dice en el 2358 que los homosexuales deben ser "
acogidos con respeto, comprensión y delicadeza". Pero no dice que deban ser justificados ni promocionados.
Ya sabe don Ángel:
odiar el pecado y amar al pecador. Traducido: repudiar la homosexualidad y
acoger al homosexual…
Y eso, claro, no estriba en que usted utilice una Iglesia para vender una
revista gay porque, cómo él diría,
resulta especialmente contradictorio.
Y todo esto parece -no digo que lo sean padre, noooooooo- orgullo y soberbia, vanidad de vanidades y todo es vanidad, como comentó el profeta. Es mentira, el profeta realmente estaba pensando que era "vanidad de vanidades, puta vanidad", pero no lo exclamó, porque
era profeta y los profetas no dicen esas cosas.
Un consejo,
Padre Ángel: no salga usted tanto en la tele que parece una
estrella del rock o una actriz de serie española deseando chupar micrófono. Porque hace usted mucho daño, campeón, daño de escándalo, ciertamente, pero también le hace el juego a todo el mariachi progre que pretende
convertir a la Iglesia en una ONG.
Otrosí: cuando la jerarquía le aconseje,
no reaccione usted como cuando perpetró aquella profanación de su propio templo con el homenaje a
Pedro Zerolo y con presuntos sacerdotes con estola arco iris y todo ello delante del Santísimo. Sí, hombre, cuando dijo usted aquello de que otra vez en lugar de pedirle permiso al obispo se lo pediré a
Manuela Carmena "que seguro que no me pone tantas pegas". Por dos razones: porque eso se llama soberbia, campeón. En segundo lugar, porque
si yo soy el obispo de Madrid en aquella tesitura, le arreo un puntapié en las posaderas que salen usted y su corbata por la ventana.
Razón por la cual que no me han hecho
obispo. ¡Qué injusticia!
Padre Ángel: que no vea su mano izquierda lo que hace la derecha. Con eso me conformo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com